1º seminario de trabajo educación de los educadores

Sheij Ahmed Bermejo

Assalamu alaykum wa rahmatullah!

En primer lugar quería agradecer a todos su presencia en este seminario, un seminario en el que hemos trabajo con decisión y del que como hemos visto en estas conclusiones, hemos obtenido resultados muy positivos, que por mi parte, a parte de los “académicos”, es también muy importante destacar los “humanos”, que principalmente ha sido despertar, o supongo que en la mayoría de los casos revivir, el amor y el anhelo por la enseñanza y la educación y el deseo sincero en nuestros corazones de que Allah nos permita construir la escuela del Sheij para poder aplicar en ella todo, o si no todo parte, de lo que hemos estado hablando aquí a lo largo de estos tres intensos días.

Bueno, tengo que confesar que la verdad es que cuando Sidi Muhammad Mujtar me pidió que pronunciara unas palabras en el cierre de este seminario mi primera respuesta sin dudarlo un momento fue que si, que por supuesto contara conmigo, que lo haría encantado. Me puse a pensar entonces en qué decir, en cómo enfocarlo, en qué resaltar, y si os digo la verdad, no encontraba nada, no tenía ni idea. Luego, con el paso de los días, empezaron a entrarme dudas, y más aún en estos días del seminario, ya que me decía, qué puedo aportar yo a este grupo, a este núcleo fuerte de profesores como lo hemos llamado en más de una ocasión en estos días.

Y cada día salía con unos sentimientos encontrados; por un lado se volvía a despertar en mi el anhelo, que tengo que confesar que siempre he tenido por la enseñanza, la educación y la transmisión, pero por otro lado me decía; Ahmed, ¿qué puedes aportar tu?

Y así fue hasta ayer por la tarde, que no pude asistir, lo siento Hayya Aisha, lo siento Sidi Muhammad, ya que dediqué la tarde a empezar a preparar el jutba de este viernes, y fue justo en ese momento en el que estaba metido de lleno en la faena, cuando tenía cuatro o cinco libros distintos abiertos delante de mi, un montón de pestañas abiertas en el navegador de internet (¡¡¡cuanto ayuda!!!) cuando, “se me encendió la bombillita” y me dije: ¡anda!, pero si en cierto modo tú ya eres un educador Ahmed; y un educador, no de niños con su pureza, inocencia y belleza, sino de toda una comunidad, una comunidad con algunos más que resabiados, una comunidad en la que en muchos casos hay incluso tres generaciones sentadas delante tuya escuchándote. Así que me dije (y no lo digo con orgullo ni vanidad), Ahmed, es posible que si que puedas aportar algo, es posible que ya incluso, a tu manera y con tus circunstancias, ya estés siendo un educador.

Y claro, a raíz de ese pensamiento, lo primero que sentí fue una enorme carga y responsabilidad. Hablando claro me dije: Ahmed, menudo marrón tienes encima. Y me acordé de lo primero que me dijo mi padre cuando le anuncié que Sheij Abdalqadir me había nombrado Sheij, y todos los que conocéis a mi padre sabéis lo agudo e irónico que a veces puede llegar a ser, me dijo muy serio mirándome a los ojos: “Ahmed, no se si darte la enhorabuena o si darte el pésame”. Y aunque ya lo había empezado a ver, ya lo había empezado a vislumbrar, ayer por la tarde fue cuando de verdad me di cuenta de lo que significaba.

Y digo que fue cuando de verdad me di cuenta porque reflexioné sobre mucho de lo que se dijo aquí el primer día, sobretodo en lo referente a la comunidad, a algunas de las cualidades del educador, el papel que tiene, a que lo principal del educador es la enseñanza con el ejemplo, la transmisión con el amor, que el educador lo que hace es tender un puente de amor con el alumno, hablamos de ese acompañamiento mutuo, del alumno y el maestro hacia la verdad, del compromiso del maestro, del papel de la escuela (y aquí al mencionar escuela me refiero como escuela a todo el conjunto de la comunidad) y del papel del maestro en la comunidad, tanto en lo individual como en lo colectivo. Hablamos también de esa conexión que tiene que existir con la comunidad, del estar al día de las necesidades y el estado de la comunidad y, sobretodo, se me han quedado grabadas las palabras de que el educador, o el maestro, es la figura del héroe que maravilla al alumno y de que es él quien despierta el anhelo en el estudiante.

Así que con estas bases, con estos mimbres, he llegado a una conclusión, una conclusión personal, una conclusión en la que puedo estar equivocado por supuesto, pero que me vais a dejar que la comparta con vosotros. Y es que ‘el maestro, el profesor, el educador, el guía, porque para mi un maestro es un guía como dijo Sidi Muhammad Mujtar, el educador es el liberador del alumno, con lo que para mi, el maestro es mas importante que el alumno.

Con esto no quiero cargaros (a vosotros que tenéis el deseo de ser maestros, y a mi también) con un peso y una responsabilidad; lo que quiero es que seamos conscientes del valor, del papel y la importancia del maestro; de las cualidades que debe reunir el maestro y cuando hablo de cualidades siempre recuerdo las cinco que Sidi Muhammad ha enfatizado en mas de una ocasión y que son las cualidades sobre las que se basaba la Maestranza de Granada, y por supuesto también la Escuela del Sheij, que son: Proteger el intelecto, fortaleza física, ibada, adab y coraje (valentía).

Con lo que creo que el primero que debe reunir estas cualidades es el maestro, y debe estar sumergido, imbuido por completo en ellas, porque eso es lo que va a transmitir al alumno y no lo podrá transmitir si él mismo no lo tiene. Recordad que el maestro debe ser el héroe del alumno, su ejemplo, su modelo a imitar, con lo que tenemos que ser capaces de poseer nosotros mismas esas cualidades. Y con más razón si tenemos la creencia y convicción de que el mejor método de transmisión es el ejemplo, es enseñar con nuestro propio ejemplo.

De estas cinco cualidades, hay una que es vital: es el adab, el adab en el sentido más amplio de la palabra, no restringido únicamente a la traducción de cortesía, si no que el adab va mucho más allá, el adab es el buen trato, es la cortesía, es la consideración, es apoyar al débil, es ser agradecido con el que te hace un bien, es recompensar al que te ha hecho un favor, es la clave de la futuwah. El adab son las relaciones humanas, el adab es el grado más alto, el máximo exponente de la educación, razón de que sea la piedra angular de nuestro asunto y sea la base del proyecto de la escuela del Sheij, y debe ser la base (y me duele decir esto, ya que en ocasiones todos sabemos que no lo es), la base de nuestra comunidad.

La aptitud es fundamental, es sin duda alguno un requisito, pero más importante aún que la aptitud, que las cualificaciones, que el conocimiento, es la actitud, la actitud de cómo confrontar los asuntos, de cómo ponemos en práctica las aptitudes que tenemos.

Otro aspecto muy importante, que me recordó el lunes Sheij Abdalhaqq, es la necesidad de que nosotros, como educadores, seamos muy conscientes de nuestra identidad, de quienes somos, de donde venimos y de hacia dónde vamos, tenemos que ser conscientes de nuestra identidad, de nuestra identidad como musulmanes, de nuestra identidad como musulmanes en el mundo en el que vivimos, con la dificultad que todos sabemos que eso conlleva, pero es que si nosotros mismos no somos capaces de recordarlo, si no somos capaces de aplicarlo a nuestras vidas, ¿cómo podemos pretender, cómo vamos a ser capaces de transmitirlo a nuestros alumnos?.

Ahora mismo estamos en un momento crucial, ya que como dijo Sidi Muhammad, estamos en el momento en el que de verdad podemos cambiar algo. Las tres generaciones de nuestra comunidad son una realidad, así que es como si tuviéramos en nuestras manos las llaves necesarias, unas llaves que en muchos casos hemos heredado, o han sido nuestros padres los que nos las han entregado, pero que somos nosotros, como educadores y maestros, como esa generación intermedia, somos los que tenemos que limarlas para hacerlas encajar perfectamente en las cerraduras y las puertas (que siguiendo esta metáfora serían los alumnos, nuestros hijos) y de esta manera poder abrirlas hacia un futuro esperanzador.

Para conseguirlo tenemos que apoyarnos en nuestros padres, en nuestros mayores, no lo olvidéis, no podemos olvidarnos de ellos, todavía hay mucho que pueden aportarnos, me atrevería a decir incluso que sin ellos no seremos capaces de perfeccionar esas llaves. En algunos aspectos tendremos que trabajar juntos y unidos, aunque eso si, el motor tenemos que ser nosotros, es nuestro momento y no podemos darle la espalda. En nuestras manos está el darle realidad a la transmisión generacional de la que tanto hemos hablado, nosotros somos el puente entre nuestros padres y nuestros hijos.

Este asunto que nos traemos entre manos no es fácil, no va a ser sencillo; pero no olvidéis que ya se ha hecho mucho, ya tenemos mucha parte del camino recorrido, no me atrevo a decir si la más fácil o las más difícil, pero ciertamente parte del camino ya está recorrido. Sidi Ahmed Gross tituló su maravillosa charla del lunes con la magistral frase de Schiller: “Veintitrés años y nada hecho para la inmortalidad”; hoy yo, parafraseando esa, me voy a atrever a decir otra: “Veintitrés años (desde los principios de la escuela en esta comunidad) y mucho hecho para la educación”. Mucho hecho si, pero no todo, mucho, pero no suficiente. Siempre hay más que hacer, siempre podemos dar mas.

Pero ahora es nuestro momento, y aquí me dirijo sobretodo a mi generación, a los que estamos llamados a ser los que estemos en el día a día de la futura escuela y no sólo en la escuela, si no en todo momento y lugar; nombrar un por uno, es nuestro momento, es el momento de mirar nuestros corazones, de elevar nuestro anhelo, nuestro entusiasmo, nuestro pasión; nuestras metas tienen que ser altas para poder crecer, para poder construir. Recordad otra vez a Schiller cuando dijo: “El hombre crece con sus metas más elevadas”; con lo que vamos a ponernos unas metas elevadas para poder crecer, y lo conseguiremos si somos sinceros, si hay sinceridad en nuestros corazones; lo conseguiremos con la ayuda de Allah, lo conseguiremos con la base firme y clara del adab, con los cimientos basados en la confianza y sin olvidar que la manera de conseguirlo es con amor, es con anhelo, es con entusiasmo. La manera de conseguirlo, la manera de establecerlo, es con pasión.

Pedimos a Allah que nos de pasión, que nos de anhelo y que nos de entusiasmo por aquello que hacemos y por aquello en lo que creemos.

Pedimos a Allah que haga que seamos capaces de ser sinceros y que ilumine y nos muestre nuestras metas elevadas y que nos de la capacidad de alcanzarlas.

Pedimos a Allah que bendiga y que recompense a todos aquellos que han dedicado y siguen dedicando sus vidas a la enseñanza y la educación.

Pedimos a Allah que haga que este apasionante proyecto que tenemos entre manos se convierta en una realidad, una realidad en la que podamos formar a hombres y mujeres sinceros, que crean con sus corazones, pronuncien con sus lenguas y confirmen con sus acciones, que no hay más dios que Allah y que Muhammad es el Mensajero de Allah.

FATIHA

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