Cuando la comunidad educa

Antes de iniciar mi charla quisiera decir unas pocas palabras sobre la presentación magistral de Sidi Mohammed Mujtar ayer. Como bien sabemos, la educación ha sido una de las primeras preocupaciones principales de nuestro Shaij, Shaij Abdalqadir – que Allah prolongue su vida. Y es muy probable que Sidi Mohammed Mujtar haya absorbido y comprendido la cuestión de la enseñanza de los niños y de los jóvenes más que nadie en la comunidad. Y ayer presentó ante nosotros de forma compiladora esta enseñanza que ha desarrollado a lo largo de los años. Es muy fácil decir en estas ocasiones “¡Oh si, que charla más maravillosa!” Y puede incluso recogerse en forma impresa en Islam Hoy o en otro lugar. O en un estante muy alto. Pero lo que digo con respecto a lo de ayer es que es una hoja de ruta, intensamente práctica y totalmente posible de poner en práctica. Y debo decir que ha de estudiarse párrafo a párrafo, con grupos de mujeres y grupos de hombres, especialmente aquellos que tienen hijos que necesitan ser educados ahora. Y cuando se estudie y se analice y las cosas que se puedan poner en práctica, se pongan en práctica. No están relacionadas con algo del futuro. Porque de lo contrario: ¿de qué sirve lo que el Shaykh nos ha estado enseñando si no actuamos?
También me gustaría decir antes de empezar que Shaij Ahmed me ha prácticamente robado lo que yo quería decir. Espero salvarme porque lo diré de una forma un poco diferente con lo cual el mensaje al menos será refrendado y repetido y llegará a donde debe llegar.
Bismillah
El tema de esta reunión, “Cuando la comunidad educa” es, en cierto modo, una espada de doble filo: implica que la comunidad es enseñada y que la comunidad enseña a los demás; en todo caso, mi afirmación es que, en realidad, son la misma cosa. Como todos sabemos, Allah, ta’ala, nos dice que solo nos ha creado para que Le adoremos y, como dijo Ibn al-Abbas, radiya’llahu ‘anhu, y muchos de los grandes comentaristas del Corán que vinieron tras él, la palabra “adorar” significa, en este contexto ‘conocer’; así pues, y dicho con otras palabras, la única razón por la que hemos llegado a la existencia es para poder conocer a Allah, ta’ala, nuestro Señor y Creador. Esto significa que nuestras vidas en este mundo pueden ser consideradas como un proceso educativo cuyo objetivo es obtener cada vez más conocimiento de la Realidad Divina, que es nuestra fuente original y nuestro destino final. Esto es algo que esclarece Ibn ‘Ashir al comienzo de su Al-Murshid al-Mu’in cuando dice: “El primer deber de toda persona responsable y capaz de razonar es conocer a Allah y a los Mensajeros mediante los atributos especificados en las aleyas”. Así pues, una gran parte de la vida del ser humano implica emprender este proceso de aprendizaje, algo que debe ser acometido si queremos cumplir de forma correcta el propósito para el que hemos sido creados.
Los atributos que menciona Ibn ‘Ashir en su gran poema educativo son, por supuesto, los que proceden del Corán y son detallados por Imam al-‘Ashari como base de su sistema de ‘aqida que nosotros seguimos. Siempre vale la pena repetirlos porque son los cimientos sobre los que se asienta nuestra creencia; son los siguientes: wuŷud, ‘existencia absoluta’; qidam, ‘pre-existencia eterna’; baqa, ‘continuidad eterna’; ghina, ‘riqueza absoluta’; mujalafa’l-hawadiz, ‘diferenciación con respecto a todos los seres creados’, y wahdaniyya de dhat, sifat y af’al, ‘unidad absoluta de esencia, atributos y acciones’. Estos atributos solo se aplican a la Esencia Divina y no son compartidos por ninguna otra criatura. Junto a ellos hay otros siete atributos: ‘ilm, ‘conocimiento’; qudra, ‘poder’; irada, ‘voluntad’; hayat, ’poder’; sam’a, ‘oído’; basar, ‘vista’, y kalam, habla. Estos Atributos Divinos son necesarios para la llegada a la existencia de los seres creados, y son prestados por Allah a esas criaturas Suyas de la manera que Él considera conveniente. Tal y como expresa Ibn ‘Ashir, todos nosotros debemos estudiar y comprender estos atributos y, como repetía Shayj Muhámmad Ibn al-Habib en muchas ocasiones, si lo hacemos, estaremos a salvo de los peligros del shirk, de asociar algo con la realidad Divina, al menos de forma manifiesta, y con ello podremos evitar cometer esa acción que es imperdonable y que elimina toda esperanza de obtener la misericordia de Allah.
Pero el hecho es que esta comprensión intelectual del tawhid, a pesar de ser sin duda fundamental, no es más que una pequeña parte de lo que implica comprender realmente la Unidad Divina. Shaij Abdalqadir nos ha repetido con frecuencia el célebre dicho de nuestro Din: “La tawhid biduni’r-rasul”, ‘No hay tawhid sin el Mensajero. El significado primero y obvio de esta frase es, por supuesto, que de no haber sido por nuestro amado Profeta, sallallahu ‘alayhi wa sallam, jamás habríamos tenido acceso al conocimiento de la unidad de Allah. Es el núcleo mismo del Mensaje que trajo desde su Señor al género humano. Sin el Mensajero no habría sido posible que dijéramos la ilaha illa’llah: sin Mensajero no hay Mensaje. Pero el asunto va mucho más allá. Sayyidatna Aisha, radiya’llahu ‘anha, nos dijo que su carácter era el Corán, que él encarnaba por completo el Mensaje de Allah. Y Shayj Muhámmad Ibn al-Habib dice en el Diwan que él, sallallahu ‘alayhi wa sallam, es la manifestación más elevada de los Nombres de Allah y el secreto de Sus Atributos. Dicho con otras palabras, su comprensión de la Unidad Divina superaba todo tipo de expresión verbal o mero entendimiento intelectual, para llegar al ámbito de la experiencia real, de la demostración existencial más activa. Esto se elucida por completo con sus propias palabras, sallallahu ‘alayhi wa sallam: “Solo he sido enviado para perfeccionar las nobles cualidades del carácter”.
En toda la historia humana no ha habido un educador más encumbrado que el Profeta Muhámmad, sallallahu ‘alayhi wa sallam. Dio a todos sus Compañeros una educación completa e integral. No enseñó a ninguno cómo leer o escribir. No enseñó a ninguno cómo contar o calcular. Lo que les enseñó fue el Din de Allah y, más en concreto, el tawhid, el conocimiento puro de la Unidad Divina sobre el que se fundamenta el Din y que es su meta y objetivo. Y lo hizo con la palabra, con el ejemplo y con la transmisión directa. Cuando Allah, ta’ala, habla de ello en Su Libro dice: “Para eso os hemos enviado a un Mensajero de entre vosotros, para que recite Nuestros Signos, os purifique, os instruya en el Libro y la Sabiduría y os enseñe cosas que antes no sabíais”. ¿Y qué produjo este perfecto proceso educativo? “La mejor nación que jamás ha existido entre el género humano…”. “Que ordena lo correcto, prohíbe lo erróneo y cree en Allah”. Dicho con otras palabras: un grupo de gente que encarnaba de la forma más completa posible la verdadera realidad del ser humano. Habían logrado, de manera más satisfactoria que ninguna otra comunidad humana, el propósito para el que habían sido creados: la adoración de Allah. Fue una gente que conoció a Allah mejor que ninguna otra, ya fuera antes o después. La cuestión más importante es que este conocimiento no radicaba tanto en lo que decían ─a pesar de que entre ellos los había que podían expresarlo con una elocuencia extraordinaria─ como en el hecho de que estaban impregnados del mismo, que resplandecía en la forma en que se comportaban, tanto entre ellos como con los demás.
Es muy posible que ni siquiera lo supieran ─para ellos era algo natural─, pero era algo que se hacía manifiesto, de forma inmediata, a los que llegaban a conocerlos. La guía de Allah, a manos de Su Mensajero, sallallahu ‘alayhi wa sallam, y las circunstancias y situaciones a las que tuvieron que enfrentarse, los habían transformado; ya no eran como los demás. Mientras que los ojos de la mayoría de la gente se fijaban únicamente en las cosas de este mundo, ellos solo miraban a lo que hay más allá. No querían lo que tanto anhelaban los demás. Esto es lo que les hacía ser amados y temidos. Y se transmitía a los demás de forma directa; pero lo más importante es que esto fue lo que, por Allah, les permitió dominar la mayor parte del mundo conocido en lo que dura una sola vida, introduciendo a la gran mayoría de su población en el Din de Allah hasta el punto de que sus descendientes siguen siendo musulmanes en nuestros días. Al decir esto no estoy intentando enaltecer a la primera comunidad transformándola en una especie de ideal inalcanzable; lo único que digo es que la educación verdadera de cualquier comunidad musulmana exige una transformación interna radical, algo que ellos ilustraron de la manera más elevada posible.
Una historia verdadera que sirve de ejemplo de lo dicho, que es especialmente relevante para nosotros, es una que probablemente ya habéis oído pero que, en todo caso, merece ser repetida en este contexto. Hace un par de años Shayj Ali Laraki y yo viajábamos en coche desde Touroug a Tinŷdad acompañados por Sidi Muhámmad, el hijo de Sidi Muhámmad bel Qurshi. Cuando nos acercábamos a Mellab, que está a mitad de camino entre ambos lugares, Sidi Muhámmad señaló una tumba muy sencilla que estaba en una colina detrás del pueblo y comenzó a contarnos la historia del wali enterrado en ella. En su juventud había sido un rufián despiadado que aterrorizaba toda la zona con su conducta desaforada. Un día en el que estaba dispuesto a embarcarse en un asunto especialmente infame, decidió comer algo antes de partir. Se sentó en uno de esos establecimientos de comidas, pidió al dueño que le trajera un tazón de harira y que lo hiciera de inmediato. La olla de la harira para ese día estaba casi a punto, pero al no querer hacer esperar al cliente, por su violenta reputación, un solo instante más, le llevó un tazón de sopa hirviendo. Llevado por las prisas, el rufián se llevó el tazón a los labios, que se escaldaron con solo tocar el líquido; con un rugido ordenó al hombre que se presentara de inmediato. Este vino temblando y se detuvo ante él. El bellaco se levantó, agarró al dueño por el cuello de la chilaba, le vertió la sopa abrasadora por el pecho y salió como alma que lleva el diablo.
Algún tiempo después, ese mismo individuo iba de camino a Fez cuando se encontró con unos fuqará de Sidi Ahmad al-Badawi, el califa y sucesor en nuestra línea de Moulay al-‘Arabi ad-Darqawi. De alguna manera le convencieron para que les acompañara y así conocer al shaij. El corazón del hombre se conmovió con el encuentro, entró en la tariqa y acabó pasando un tiempo considerable en la zawiyya del shaij en Fez aprendiendo el Din y profundizando en su conocimiento de Allah. Cuando llegó el momento de regresar al Tafilalet, tuvo un encuentro final con el shaij antes de partir. El hombre preguntó a Shaij Ahmad qué podía hacer para redimir su antigua y nefasta conducta; la respuesta fue que debía devolver todo lo robado y compensar a quien había agraviado de la mejor manera posible. Cuando regresó al desierto, y recordando lo que había hecho con la sopa hirviendo, fue al mismo establecimiento y pidió un tazón de harira extremadamente caliente. Atenazado por los nervios, el dueño le preguntó si la quería caliente de verdad. “Lo más posible”, fue la respuesta. El dueño volvió a poner frente a él un tazón de sopa hirviendo. El rufián arrepentido se puso de pié en un instante, tiró del cuello de su propia chilaba y le pidió al dueño que le echara la sopa por el pecho. En vez de hacerlo, el hombre salió corriendo, fue a la plaza del pueblo y llamó a la gente para que se acercara. Y luego gritó a pleno pulmón: “¡Gente de Mellab! Tenéis que tomar la mano de Sidi Ahmad al-Badawi porque ha transformado una serpiente venenosa en una rana inofensiva”.
El suceso que narra esta historia es muy importante para nosotros porque, de no haber tenido lugar, no estaríamos aquí sentados. Lo siguiente fue que mucha gente del Tafilalet entró en la tariqa y, debido a ello, Shaij Ahmad al-Badawi envió a su jalifa, Sidi Muhámmad Larbi, para que “plantase dátiles dulces” en esa zona. Estableció su gran zawiyya en Gawz, cerca de Rashidiyya, y de él vino Shaij Larbi al-Huwari, en Tinŷdad; luego Shaij Sidi Muhámmad b. ‘Ali, en Marrakech; luego Shaij Sidi Muhammad b. Al-Habib, en Fez y Meknés, y luego Shayj ‘Abdalqadir as-Sufi, en un gran número de lugares, incluido, por supuesto, aquí en Granada.
No obstante, esta no es la razón por la que incluyo esta historia en mi charla. Lo he hecho porque ilustra con toda claridad la naturaleza verdadera del proceso educativo del Islam que antes he mencionado y, más en concreto, lo que ocurre cuando el conocimiento de la unidad de Allah se absorbe con todo el ser y se expresa en términos de acción y conducta. Shaij Ibn ‘Ata’illah dice en su Hikam: “No hay acción que, procediendo de un corazón libre de este mundo, sea insignificante. Y no hay acción que, procedente de un corazón que ansía este mundo, tenga provecho alguno”. Gracias a la educación real que este wali de Mellab recibió de manos de su shaij en Fez ─y a la interiorización del conocimiento del tawhid que es parte fundamental de la misma─, su acción cuando regresó al desierto, comparativamente insignificante, tuvo repercusiones inmensas que todavía se sienten en nuestros días.
Esta es la razón de que casi todos los ders que daba Shayj Muhámmad Ibn al-Habib fueran una advertencia sobre los peligros del shirk oculto, sobre el conocimiento del tawhid, que estaba confinado al intelecto sin extenderse a la experiencia cotidiana, incapaz de ver al Proveedor en la provisión y al Benefactor en cada beneficio recibido. No cabe duda de que Shaij Muhámmad Ibn al-Habib era uno de los últimos bastiones de esa transmisión del Islam, pura e inalterada, que ha continuado sin interrupción durante 1200 años desde los días de la primera comunidad. Dicho con otras palabras: él logró no contaminarse con la visión del mundo modernista que ha demostrado corromper de tal manera la comprensión verdadera del tawhid y que ahora ha invadido cada aspecto de la educación, incluida la de casi todos los musulmanes.
Su sucesor y shaij nuestro, Shaij Abdalqadir as-Sufi, al que Allah pedimos prolongue su vida y le haga recobrar la salud en todo su esplendor, fue por el contrario educado por completo en los valores modernistas; no obstante, valiéndose de la espada de su intelecto iluminado y su corazón despierto, logró zafarse de la camisa de fuerza que lo aprisionaba para reabrir el camino hacia la auténtica comprensión del tawhid en los tiempos que vivimos. En mi conferencia del año pasado, Re-educación islámica de raíz, intenté mostrar cómo al poner de relieve la obra del físico Heisenberg y del filósofo Heidegger, trazaba un mapa con el que atravesar el laberinto sin salida de la visión existencial newtoniana/cartesiana que durante más de doscientos años había subyugado de forma fraudulenta a toda la raza humana y que, con su insistencia dogmática en las leyes de la causa y el efecto, hacían prácticamente imposible que se tuviera acceso a una comprensión verdadera de la Unidad Divina. Pero nuestro shaij ha hecho mucho más a la hora de abrir camino a la expresión auténtica del Din de Allah en esta época.
En su texto trascendental, Educación islámica de raíz, demostró cómo siglos de adiciones estériles habían dejado a los musulmanes atrapados en una ciénaga de detalles paralizantes que impiden, casi por completo, cualquier intento de hacer avanzar el Din. Su remedio: ir hacia el futuro regresando a lo que, con una frase brillante, llama la “sabiduría sin pulir” del modelo primigenio e intemporal del Islam de Medina en su primera manifestación. Sus esfuerzos incesantes por desvelar la naturaleza corrupta y venenosa del sistema económico usurero, que tiene ahora atrapado a todo el mundo en su puño implacable, y su énfasis por restaurar y aplicar de forma correcta el pilar del zakat, junto con la acuñación de monedas de oro y plata para combatir ese sistema, han dado frutos de muchas maneras. Su obra, cuyo objetivo es desvelar el engaño político y las argucias psicológicas del mundo de nuestros días, carece de precedente y parangón.
Cuando me reuní con él en Ciudad del Cabo tras el moussem de este año, dedicó veinte minutos a comentar los temas contenidos en su último libro, La ciudad entera. Habló de la Masacre de los Hugonotes, de la mitología griega y romana, del asesinato de Julio César, de la ineptitud absoluta de las tesis freudianas; mencionó todas estas cosas como teniendo una relevancia directa para el futuro del Islam, en el aquí y el ahora. En cierto sentido, este nuevo libro es un compendio de los muchos temas que ha expuesto en obras anteriores; pero lo que debe ser comprendido es que no se trata de una árida exposición académica. Todo está dirigido hacia un único objetivo: abrir el camino para la correcta comprensión y aplicación del Din de Allah en esta época.
De forma casi solitaria ha dinamitado un camino a través del muro impenetrable del modernismo, y se ha abierto paso a machetazos por la maleza infranqueable del materialismo científico para así crear un espacio abierto donde el Islam pueda de nuevo descubrir su auténtica expresión. Ha arrastrado al Islam, gritando y pataleando, al siglo veintiuno. Digo “gritando y pataleando” por la enorme cantidad de musulmanes que han fracasado a la hora de ver que sus formas de enfocar el Din son inaplicables e irrelevantes en la época en que vivimos. Lo cierto es que muchos ‘ulama no parecen darse cuenta de que, a pesar de su adicción a los smartfones y las redes sociales, siguen intentando vivir en un mundo que ha dejado de existir hace doscientos años.
Hasta cierto punto se puede decir que, en nuestra relación con el Shaij, hemos sido un poco como los Bani Isra’il cuando dijeron a Sayyidina Musa: “Tú y tu Señor ir a luchar, que nosotros nos quedaremos aquí sentados”. Digo “hasta cierto punto” porque el mero hecho de estar hoy aquí demuestra que todos nosotros hemos conseguido aferrarnos a los faldones de su abrigo y le hemos seguido por el tremendo sendero que ha conseguido abrir. Es posible que no siempre comprendamos lo que pretende y que nuestras cabezas queden anonadadas con algunas de las cosas que dice, pero todos los que estamos aquí, alhamdulillah, estamos en el navío que capitanea y lograremos, siempre que sigamos a bordo, llegar a tierra sanos y salvos. Y también existe una especie de entendimiento que impregna directamente la intención del shaij; y yo sé por experiencia propia que muchos de vosotros también lo tenéis y, en todo caso, habéis llegado al lugar donde él quiere que estemos.
Quisiera hacer una advertencia: los acontecimientos recientes han demostrado, de una forma que quizás antes no era tan evidente, que nuestro amado shaij no estará siempre entre nosotros, y pido a Allah posponga muchos años el día que nos tenga que dejar. Lo que el shaij nos ha enseñado a lo largo de todos estos años es irremplazable, inestimable y fundamental si queremos ver al Din de Allah establecido de forma correcta en nuestras vidas y en el mundo que nos rodea. El shaij ha tenido que luchar de forma incesante y contra toda circunstancia para hacérnoslo llegar, y a nosotros nos toca luchar con uñas y dientes para tomarlo, preservarlo y transmitirlo. Va a exigir que nademos contra la resaca, que rememos contra la corriente, lo cual significa trabajo duro sin tregua ni descanso. El shaij nunca nos ha permitido tomar las cosas por sus apariencias, ha descifrado sin cesar el mundo para nosotros y, hasta cierto punto, nos ha enseñado a hacer lo mismo. Seguir haciéndolo exigirá un esfuerzo constante y con frecuencia nos pondrá en situaciones incómodas, incluso en nuestras relaciones con otros musulmanes.
Así que os advierto, y a mí mismo, contra dejaros tentar por una visión del mundo más simplista, contra empezar a ver las cosas de manera más superficial, contra cualquier voz que pueda sugerir que la visión de Shaij Abdalqadir es excesivamente complicada o que algunas de las cosas que ha escrito o de las que ha hablado no son tan relevantes o importantes. Esto es algo que, desgraciadamente, puede ocurrir con facilidad y, antes de que nos demos cuenta, gran parte de las enseñanzas de nuestro shaij puede acabar barrida bajo la alfombra o puesta a un lado como algo interesante pero irrelevante. Antes de que nos demos cuenta podemos llegar a descubrir que, junto con otros muchos, musulmanes y no musulmanes, estamos siguiendo la corriente que lleva a toda velocidad hacia el agujero negro del olvido nihilista que es el destino inconsciente de tanta gente en nuestros días. Necesitamos aferrarnos como si nos fuera en ello la vida, incluso con uñas y dientes, a la enseñanza que nos ha dado nuestro shaij y hacer todo lo posible para mantenerla a salvo y transmitirla a todos los que podamos.
Y esto me lleva de nuevo a mi punto de partida. Lo que ha hecho Shaij Abdalqadir es volver a exponer, para todos nosotros, las enseñanzas básicas del Din de Allah en la manera que es necesaria y apropiada para la era actual. Tal y como han hecho sus predecesores rectamente guiados, nos ha llamado a un entendimiento puro del Libro y de la Sunna en el contexto de la época en la que vivimos y, alhamdulillah, gracias a la generosidad de Allah, hemos respondido a esa llamada. En el centro mismo de esa enseñanza están los tres grandes textos clásicos: el Corán, el Muwatta y el Shifa’. No hay duda de que esto es más que suficiente para una comprensión profunda del Din, pero, siguiendo el ejemplo de unos pocos de sus predecesores, cada vez que el shaij ha visto la necesidad de aclarar una cuestión específica que surgía de una situación que vivía la comunidad en un momento determinado, ha escrito un libro o un artículo para explicarla y darnos la guía, demostrando con ello que la cuestión estaba relacionada con el Islam e indicando la forma en que debíamos actuar para incorporarla a la práctica de nuestro Din. Esta ha sido nuestra educación externa.
En lo que respecta a nuestra educación interna ─esa interiorización del tawhid que antes mencioné─, hemos podido atestiguar, generación tras generación, que todo aquel que ha tomado la mano de nuestro shaij no ha crecido sin haber cambiado. Nuestro contacto con él nos ha refinado y ennoblecido en maneras que a veces ni siquiera podemos apreciar. La familiaridad entre nosotros hace que lo demos por sentado. Pero es precisamente el “oro” que Shaij Muhámmad Ibn al-Habib dijo que tenemos, esa cualidad que cuando los demás la ven, quieren tenerla. Y cuántas veces he oído decir a la gente que había visitado una de nuestras comunidades: “Ojalá tuviera yo lo que vosotros tenéis”. Este es el da’wa verdadero; y en su esencia no es más que la encarnación del tawhid, un leve reflejo de los Nombres y Atributos de Allah que resplandecen a través de corazones más o menos purificados, el resultado de una verdadera educación islámica. Por esta razón, Shaij Abdalqadir ha resaltado dos elementos que considera fundamentales para el futuro del Islam en esta época: ‘asabiyya y futuwwa. Para él, ‘asabiyya es un grupo de hombres y mujeres unidos de forma indisoluble por un solo vínculo: su amor por Allah y Su Mensajero. Y para él futuwwa es esa nobleza de carácter que vino a perfeccionar el Mensajero de Allah y que es, al mismo tiempo, el sello distintivo de la verdadera humanidad y un pálido reflejo de la Realidad Divina en sí.

Una comunidad alcanzará la posición que los miembros que la integran estén dispuestos a lograr

Shaij Ahmed Bermejo

Granada, 26 de diciembre 2015

As-salaam Alaykum:

En primer lugar, me gustaría agradecer a los responsables de estas Jornadas el trabajo inestimable que están realizando a todos los niveles: a nivel organizativo, a nivel logístico y, sobre todo, el esfuerzo a nivel intelectual, el esfuerzo para obtener de estas jornadas un conocimiento útil, un conocimiento que nos sirva en nuestras vidas, un conocimiento del cual podamos aprender algo que nos lleve a implantarlo en nuestras vidas y nos lleve a cambiar o mejorar todo aquello que necesiten nuestras vidas.

Voy a intentar aportar mi pequeño granito de arena, esperando que sea de utilidad para todos y confiando en que Allah me dé facilidad para transmitir un conocimiento útil, que es lo más importante y el objetivo de estas Jornadas.

Cuando empecé a reflexionar sobre la forma en la que iba a encarar esta conferencia, lo primero que me vino a la mente fue el aniversario de esta mezquita del año 2012. No sé si recordaréis que ese fue el año de las revoluciones en muchos países árabes, conocidas en los medios de comunicación como “La Primavera Árabe”. En ese entonces se empleaba mucho la palabra “revolución”, así que, cuando estábamos preparando el aniversario, nos propusimos que el tema principal sobre el que girarían las conferencias sería ese mismo: la revolución; decidiendo además ponerle un título impactante, que llegara a las masas, que fuera como el título de esa película que cuando lo lees o lo escuchas dices: “Tengo que verla como sea”. Así que las llamamos “Islam: la auténtica revolución”, algo que en inglés sonaba todavía mejor, ya que era “Islam, the real revolution”.

Ese era el título general del evento. Luego había cuatro conferencias, en las que trataríamos sobre los siguientes temas: la educación cívica, la economía, la autoridad y el gobierno, y por último, una conferencia, que estaba asignada a Sheij Abdal Haqq Bewley, aquí presente, y que se titulaba “Revolución Interior – Revolución Exterior”. Ni qué decir tiene que, de las cuatro, esa era la conferencia más importante para nosotros.

Pues bien, le mandamos el programa a Sheij Abdal Qadir para que lo revisara y diera su visto bueno, estando nosotros muy ufanos y orgullosos, pensando que habíamos dado en el clavo con el título y con el contenido, que era justo lo necesario en ese momento, al tiempo que pensábamos: “Este año vamos a triunfar”. A los pocos días, recibimos un correo electrónico: sólo había un documento adjunto, un PDF, que se llamaba “GranadaMosque.pdf”.

Lo abrimos, y era el programa que habíamos mandado a Sheij Abdal Qadir, escaneado, en el que había hecho sus propias anotaciones y correcciones, o mejor dicho, con todo lo que él había tachado. Lo primero que tachó fue el título general, y en vez de “Islam: The Real Revolution”, puso: “Islam rediscovered”, que nosotros traducimos al español como “Redescubrir Islam”.

Ese fue el primer golpe; luego había otras pequeñas anotaciones, y cuando llegamos a la última conferencia, la de “Revolución Interior – Revolución Exterior”, esa de la que tan orgullosos nos sentíamos, recibimos el gancho de derecha final que nos noqueaba y dejaba tirados sobre la lona. Observamos que había unos trazos hechos con fuerza, con decisión, incluso me atrevería a decir con irritación y vehemencia, con los que tachaba todo lo que estaba escrito respecto a esa conferencia; y al final de la hoja había cinco palabras, escritas de su puño y letra. Éstas eran: Ŷama’atJidmaSpeaking-wellHospitalityGiving.

Con estas cinco palabras el Sheij nos estaba dando las claves de la enseñanza necesaria para poder hacer eso que nosotros llamábamos la revolución interior que luego tendría repercusiones en el exterior. Es como si nos estuviera diciendo: “De lo que se trata es de crear grupos, de servir, de hablar bien de la gente, de abrir las puertas de nuestras casas, de dar con generosidad”, eso es de lo que se trata. Y todo esto, en realidad, es parte de los signos de la Futuwa.

Le pasamos este mensaje a Shaij Abdal Haqq, y con solo esas cinco palabras, entiende perfectamente el mensaje y da una conferencia brillante, que titula “La ciencia del comportamiento”, en la que nos daba realmente las claves para tener una transformación, o una revolución, interior con la que afectar, de manera positiva por supuesto, a la sociedad o comunidad en la que se vive.

Comenzaba Sheij Abdal Haqq con dos aleyas del Corán y un hadiz del Mensajero de Allah, sallallahu alaihi wa sallam. La primera aleya es esa en la que Allah, describiendo a Su Profeta, le dice: “Ciertamente, estás hecho de un carácter magnánimo” (Sura del Cálamo 68: 4). En la segunda aleya Allah le dice a Su Mensajero que diga a sus Compañeros, y por consiguiente a toda su Ummah, lo siguiente: “Di: Si amáis a Allah, seguidme, que Allah os amará y perdonará vuestras faltas” (Sura de la Familia de Omrán 3: 31). Y el hadiz, de sobra conocido por todos, en el que el Mensajero de Allah, sallallahu alaihi wa sallam, dice: “Ciertamente he sido enviado para perfeccionar el buen comportamiento”, o “Sólo he sido enviado para completar las nobles cualidades del carácter”.

Y remataba Sheij Abdal Haqq la introducción a la citada conferencia diciendo: “Eres lo que haces”. Dicho con otras palabras, la forma de comportarse de la persona determina lo que es y modela su vida y su destino a nivel social e individual.

Por consiguiente, esta va a ser la base de lo que quiero decir aquí hoy. Voy a tomar esas cinco palabras de Sheij Abdal Qadir, el mensaje que contienen esas cinco palabras, y voy a tomar el comienzo de la charla de Sheij Abdal Haqq. Y vamos a ver qué es lo que sale con estas mimbres.

Eres lo que haces”. Esto podemos pensar que es algo individual, que yo soy lo que yo hago; pero no es esta la manera de entenderlo porque también es algo social, es algo que afecta a todos, lo que tú haces afecta a la gente que te rodea. Como todos sabemos, una comunidad de gente está compuesta por individuos, y si los individuos de esa comunidad sólo hacen una cosa, la comunidad solo hará esa cosa; si los miembros de la comunidad solo llegan hasta aquí, la comunidad sólo llegará hasta aquí; por el contrario, si los individuos de la comunidad son capaces de llegar hasta allí, la comunidad entera llegará hasta allí. De aquí proviene el título de esta conferencia: “Una comunidad alcanzará la posición que los miembros que la integran estén dispuestos a lograr”, o, si lo queréis resumir un poco, sería: “Una comunidad llegará adonde sus miembros quieran llegar”.

Ahora bien, teniendo esto claro, me gustaría ir hacia atrás en el tiempo, a la antigua Grecia, lugar en el que surgen dos términos que se han empleado mucho en estas Jornadas sobre Educación: nomos y paideia. Y recuerdo que el título de una de estas Jornadas fue precisamente: “Un nuevo ‘nomos’, una ‘paideia’ renovada”. Estamos hablando de la antigua Grecia, hogar de Aristóteles y Platón, cuna de nuestra civilización, de una comunidad, a la que ahora recordamos en el poster que hemos preparado para el encuentro de este año, que era capaz de educar.

Yo Quiero introducir un término nuevo a los ya mencionados nomos y paideia. Es también propio de esa la antigua Grecia y es uno de los pilares para alcanzar la paideia, o si se prefiere, es una necesidad para poder renovar la paideia. Este término es areté. Areté es un vocablo griego que procede del comparativo del adjetivo agathós, ‘bueno’, que a su vez procede de la raíz aga-, ‘lo mejor’, que se apoya en la partícula inseparable «ari-», indicadora de una idea de excelencia que está en la base de aristós (el superlativo de ‘distinguido y selecto’, que en plural era utilizado para designar a la nobleza, o aristocracia, o por qué no decirlo, a la élite).

Si queremos definir areté con una sola palabra, tal vez esa palabra sea ‘excelencia’. Y si queremos definir el Ihsán con una sola palabra, tal vez esa palabra sea, también, excelencia. ¿Es una casualidad? Os puedo asegurar que no, que no es una casualidad.

Yo me atrevería a decir que la areté de los griegos es, dentro de la cultura occidental, lo que más se acerca a la excelencia, al Ihsán tal y como lo entendemos nosotros, a esa serie de cualidades que debemos adoptar a nivel individual para así poder elevar el nivel de nuestras comunidades. Y si lo queremos definir con otra palabra, podemos perfectamente emplear el término futuwwa.

Esa areté de los griegos llega luego a perder, en cierto modo, al principio de la época romana, su significado original y se convierte en algo prácticamente exclusivo de la guerra y los guerreros, en alcanzar la gloria en el campo de batalla. Pero la areté original consistía principalmente en el cultivo y la aplicación de tres cualidades, andreia (‘valentía’), sofrosine (‘sensatez, moderación’) y dicaiosine (‘justicia’). El que poseía estas tres cualidades se aferraba a ellas y las llevaba a la práctica en todas las situaciones de su vida, con el cercano y el lejano, a nivel individual y a nivel colectivo; era lo que ellos llamaban “ciudadano”, un ciudadano útil y distinguido. Para nosotros, cuando alguien reúne estas cualidades, se puede decir que es una persona que está en el camino de la excelencia, en el camino de la purificación de su propio nafs.

Platón, en su República, va un poco más allá, va un poco más lejos, refina incluso un poco más este significado y añade una cuarta cualidad, la prudencia. Y desde ese momento, estas cuatro cualidades se convierten en las conocidas como “cuatro virtudes cardinales”, que Platón explica de la siguiente manera:

  • Justicia (la virtud fundamental) – Es la que da acceso al conocerse a uno mismo. Él describe la justicia como la virtud que funda y preserva, porque sólo el que comprenda la justicia podrá conseguir las otras tres virtudes; y cuando alguien posee por completo las cuatro virtudes, la justicia es lo que las mantiene a todas unidas. Es como decir que la justicia es la columna vertebral del resto de las cualidades.

  • Prudencia – Es la virtud de actuar de forma justa, adecuada y con cautela, comunicándose con los demás por medio de un lenguaje claro, literal, cauteloso y adecuado, es decir, actuar respetando los sentimientos, la vida y las libertades de las demás personas.

  • Fortaleza – Es vencer el temor huyendo de la temeridad. La fortaleza asegura la firmeza ante las dificultades y la constancia en la búsqueda del bien, llegando incluso a la capacidad de aceptar el eventual sacrificio de la propia vida por una causa justa.

  • Templanza ─ Es la virtud moral que modera la seducción de los placeres y procura el equilibrio en el uso de los bienes creados y compartidos. Garantiza el dominio de la voluntad sobre los instintos y mantiene los deseos en los límites de la honestidad. La persona moderada orienta hacia el bien sus apetitos sensoriales, mantiene una sana discreción y no se deja arrastrar “a la hora de seguir la pasión de sus apetitos y su corazón”.

Y observad ahora cómo nos dice Platón la forma de obtener estas cualidades, cómo llegar a alcanzarlas en nuestra vida. Es como si nos diera las llaves para poder entrar por una puerta. Lo que viene a decir es lo siguiente: la prudencia viene del ejercicio de la razón; la fortaleza, de la actuación de las emociones o el espíritu; la templanza, de hacer que la voluntad controle los deseos y los apetitos del yo, y la justicia es el fruto de todo esto, ya que la justicia es el estado en el que cada elemento de la mente está de acuerdo con los demás. Y están todos dominados por un órgano del cuerpo que, si está sano, el resto del cuerpo estará sano, y si está corrupto, el resto del cuerpo estará corrupto. Ese miembro es el corazón.

Al oír estas cosas, estoy seguro de que hay alguien que puede decir: “Pero si está hablando de la futuwwa; otro puede decir: “Pero si está describiendo las cualidades del tasawwuf; otro más puede decir: “Pero si lo que está haciendo es describir las cualidades de la asabiyya (ese término al que luego nos referiremos y que tanta importancia tiene en la Muqaddima de Ibn Jaldún); y luego seguro que hay más de uno que piensa: “Pero si está hablando de la misión para la que fue enviado el Mensajero Muhámmad, sallallahu alaihi wa sallam”, que como ya hemos dicho previamente, era “perfeccionar, completar las nobles cualidades de carácter y de comportamiento”.

Y lo cierto es que sí, que todo el que piense de esta manera tiene razón, todo está conectado. La antigua Grecia alcanzó lo que alcanzó, llegó a ese culmen de la civilización, porque adoptó e implantó en sus “ciudadanos” estas cualidades, o si lo queremos decir con sus propias palabras, esta areté que hemos mencionado.

En los tiempos de la primera comunidad, los tiempos del Mensajero de Allah y de los Sahaba, se alcanzó lo que se alcanzó y se expandió el Islam más rápido que la pólvora porque adoptaron e implantaron estas cualidades, o si lo queremos decir con nuestros propios términos, esta futuwwa que también hemos mencionado.

En los tiempos de Al-Ándalus, se alcanzó lo que se alcanzó y se llegó a ese culmen de la civilización porque adoptaron e implantaron entre la gente estas cualidades, o si lo queremos decir con sus propias palabras, “esta asabiyya” que, hemos mencionado asimismo.

Por lo tanto, ¿cómo alcanza una comunidad de gente, cómo logra una sociedad, su grado más elevado, su culmen en todos los sentidos?, ¿cómo una comunidad alcanza el grado en el que es capaz de educar? Cuando sus miembros están dispuestos a adoptar en sus propias vidas, cuando desean cambiar, imbuirse y empaparse de las cualidades de la areté, de las cualidades de la futuwwa, de las makarim al-ajlaq, de las nobles cualidades de carácter y de comportamiento.

Llegados a este punto, seguro que a muchos de vosotros os está viniendo a la mente una aleya del Corán, esa aleya que tantas veces hemos mencionado en esta misma mesa a lo largo de los ocho años que ya llevamos con estas jornadas sobre educación. Esta aleya es la onceava de la Surat del Trueno, y en ella Allah dice: “Es cierto que Allah no cambia lo que una gente tiene hasta que ellos no han cambiado lo que hay en sí mismos”.

Esta aleya es clave en la comprensión de esta conferencia y es una aleya que es aplicable en los dos sentidos, tanto para el bien como para el mal, tanto para mejorar a esa gente, y por tanto a esa comunidad, como también para empeorar a esa gente, y por tanto a esa comunidad. Lo que realmente quiero decir con esto es que la forma en la que nos comportamos tiene una repercusión directa, positiva o negativa, en la forma que somos y en lo que ocurre en nuestras vidas y en nuestra comunidad. Esto es un aspecto esencial de la manera en la que Allah ha dispuesto la existencia, y por eso es tan importante para nosotros comprenderlo.

Vamos a ver ahora un ejemplo de cómo el comportamiento individual afecta negativamente a una comunidad. Vamos a ver esa conexión directa que existe entre los varios tipos de comportamiento pernicioso y las consecuencias perjudiciales, tanto sociales como políticas, que son su resultado. Estas consecuencias se expresan con toda claridad en un hadiz recogido en Al-Muwatta: “Yahya me transmitió de Malik, de Yahya ibn Said, que había oído decir a Abdullah ibn Abbas: ‘Nunca aparece el fraude en una gente sin que no sea implantado el terror en sus corazones, ni se generaliza la fornicación entre una gente sin que la muerte sea abundante entre ellos, ni mengua una gente en la medida y en el peso sin que se les corte la provisión, ni juzga una gente sin la verdad sin que (el derramamiento de) sangre se extienda entre ellos, ni traiciona una gente lo pactado sin que Allah no otorgue al enemigo el dominio sobre ellos”.

Estas palabras son un claro ejemplo de lo que estamos tratando de desgranar hoy. Son un ejemplo de la devaluación que afecta a una comunidad en el momento en que sus miembros pasan del buen al mal comportamiento; es decir, que cuando una gente deja de hacer lo que debe hacer con corrección, esa comunidad está abocada al fracaso, se les olvida todo el bien y, por sus acciones, llevan al extravío a toda la comunidad. Dicho con otras palabras, han perdido el pudor y ya no tienen límites. Por eso, el Mensajero de Allah, sallallahu alaihi wa sallam, dijo: “Parte de lo que la gente ha obtenido de las palabras de los primeros Profetas es: Si no tienes vergüenza, haz lo que quieras”.

Vamos a ver ahora el caso contrario, ¿qué ocurre si los miembros de una comunidad se empapan de la futuwwa? Si se empapan de la areté, si se empapan de esas cinco palabras que menciona Sheij Abdal Qadir, esa comunidad florece y alcanza las cotas más elevadas tanto en lo interno como en lo externo.

De Abu Huraira, que Allah esté complacido con él, que un hombre llegó al Profeta pidiéndole hospitalidad; SAWS mandó recado a sus mujeres (para preparar o traer algo de comer), y éstas dijeron: “No tenemos más que agua”. Entonces el Mensajero de Allah preguntó: “¿Quién quiere darle hospitalidad?”. Y un hombre de los Ansar contestó: “Yo se la doy”. Lo llevó a su casa y le dijo a su mujer: “Honra al huésped del Mensajero de Allah”. Dijo ella: “No tenemos más que el alimento de nuestros hijos. Lo único que tenemos en la casa es la cena para nuestros hijos”. Entonces dijo el marido: “Prepara la cena, enciende la lámpara y duerme a los niños antes de servirla”. La mujer lo hizo: preparó la comida, encendió la lámpara y durmió a los niños. Luego, cuando llegó el momento de servir la cena, se sentaron a la mesa; de repente, el anfitrión se levantó como si fuera a arreglar la lámpara y la apagó de manera que, en la oscuridad, pudieron simular que estaban comiendo. Llevaban la mano al plato, pero no cogían nada de comida; dejándolo todo para el invitado. Y así pasaron la noche con hambre. Al amanecer fue a ver al Mensajero de Allah, y éste le dijo: “Allah Se ha reído esta noche y Se ha admirado de lo que habéis hecho”. Y entonces Allah hizo descender: “Y los prefieren a sí mismos aunque estén en extrema necesidad. Y quien se guarda de la avaricia de su alma… ésos son los que tienen éxito”.

Así fue como los Sahaba alcanzaron lo que alcanzaron. Este suceso es una muestra muy clara de cómo, cuando hay una gente que es capaz de empaparse de las cualidades de la futuwwa, eso hace que lo que hay a su alrededor florezca, eso hace que compitan entre ellos a la hora de hacer el bien. ¿Y qué no podrá lograr una gente?, ¿qué meta se le resistirá a una comunidad en la que sus miembros son capaces de dar con generosidad a un extraño, incluso cuando ellos mismos están en necesidad extrema?

Vamos a entrar ahora en el término que Ibn Jaldún menciona en su Muqaddimah y que ya hemos mencionado a lo largo de estas palabras en más de una ocasión. Ese término es asabiyya. Lo cierto es que el significado más extendido de la asabiyya es que es ‘ese clan familiar, o esa fuerza que reside en los vínculos familiares, que cuando está presente hace que esa familia sea una familia fuerte y, por tanto, acabe siendo la familia que posea el poder y el gobierno’. También se suele entender como ‘solidaridad’, y hay quien lo explica como ‘nacionalismo’; pero lo cierto es que estos significados, que no estoy diciendo que el término de asabiyya no los abarque, pero no reúnen el significado completo de todo lo que representa. Tal vez algunas definiciones que más se acercan a lo que queremos decir podrían ser las siguientes: en su traducción al francés, De Slane tradujo asabiyya como ‘sprit de corps’, mientras que Frantz Rosenthal lo tradujo al inglés como ‘group feeling’ y Juan Feres al castellano como ‘espíritu de coligación’.

No obstante, a mi me gusta más tratar este término desde una perspectiva diferente y abrirlo un poco a lo que sería una comunidad, es decir, a lo que sería un grupo de gente que comparte unas mismas creencias, un mismo comportamiento, unas cualidades elevadas y que se embarcan todos juntos en un mismo barco para lograr sus objetivos y cumplir con sus anhelos y expectativas.

Tal vez una de las definiciones que mejor se adapte a este segundo significado que he mencionado es la que hace Edward William Lane, en su magistral obra Arabic-English Lexicon, en la que, hablando sobre el término de la asabiyya, dice: “… La cualidad de alguien que posee asabiyya, la cual está relacionada con la acción de ayudar a su gente o a su grupo contra una agresión; o la cualidad de alguien que se irrita al ver el menoscabo del bien de su grupo o su protección; o la acción de los que invitan a otros para que ayuden a su grupo; o a unirse para enfrentarse a los que actúan con hostilidad hacia ellos, ya sean ellos los ultrajados o los ultrajantes; o la acción de un individuo que se asocia con otros; o la del que protege a otros, o el partidismo y la asociación fuerte que hace que un cierto número de personas estén estrechamente vinculados por un mismo interés y opinión…”.

Esto es para mí la asabiyya, la unión en torno a unas creencias, esos vínculos que se crean cuando una gente lucha por lo mismo, cuando una gente está comprometida y defiende a su grupo. Defienden su unidad; defienden y luchan por establecer aquello en lo que creen. Entonces, me atrevería a decir, se crean unos vínculos que son incluso más fuertes que los vínculos de sangre, pues el núcleo de esos vínculos son los objetivos comunes; y en nuestro caso, por encima de todo, es el vínculo del amor por Allah. Cuando una gente lucha unida por aquello en lo que realmente cree, son pocos los que pueden ir en contra de esa fuerza. Son como una gran ola, un tsunami, al que nada ni nadie se puede resistir.

Y esto lo deja claro el mismo Ibn Jaldún cuando dice en el capítulo 8 del Libro II: “El verdadero parentesco consiste en esa unión de los ánimos que hace valer los lazos sanguíneos y que impulsa a los hombres a la solidaridad; exceptuada esa virtud, el parentesco no es más que una cosa prescindible, un valor imaginario carente de realidad. Para ser útil debe entrelazar los afectos y unir los espíritus. Si esta unión es evidente, estimula a las almas hacia ese lazo de simpatía y afinidad que le es natural”. Lo que quieren decir estas palabras es que una causa común, ya sea política o religiosa, unos objetivos comunes que unifican los ánimos y las mentalidades, prevalece sobre los lazos meramente sanguíneos.

Ya nos queda claro cuál es el concepto de la asabiyya, o mejor dicho, ya le hemos dado el enfoque que nos interesa para la conferencia de hoy. Pero ahora puede que alguien se pregunte: ¿De qué nos sirve la asabiyya? El propio Ibn Jaldún responde a esta pregunta cuando en el capítulo 13 del Libro II dice: “Allí donde existe una asabiyya respetable y temida, constituida por elementos de cepa nítida e inexpugnable, allí se obtiene la posición más ventajosa y definitiva del linaje cuyo fruto vigoroso se convierte en resultados exitosos”.

Llegados a este punto, en el que ya sabemos qué es la asabiyya, en el que ya sabemos de qué nos sirve la asabiyya, sólo nos quedaría responder a una pregunta, que sería la siguiente: ¿Cómo se obtiene la asabiyya? La respuesta a esta pregunta la encontramos nuevamente en la Muqaddimah, cuando en el capítulo 20 del Libro II, titulado: “Sin virtudes jamás se llegará al poder” y que recomiendo encarecidamente a todos lo que lo leáis, Ibn Jaldún dice: “Hemos mencionado que la gloria y la fortaleza, para ser reales, deben apoyarse en una base fundamental: la asabiyya, junto con las nobles cualidades que, como complementos, servirían para ratificar su perfección. Ahora bien, puesto que la soberanía es la meta de la asabiyya, lo es también de sus complementos. Sin estas cualidades complementarias (que son las nobles cualidades), la asabiyya sería como un cuerpo mutilado, o una persona que aparece en público completamente desnuda”.

Ahora sí lo vemos con claridad, ahora hemos llegado al culmen de estas palabras, ahora hemos comprendido el título de esta conferencia. Sin estas cualidades complementarias, sin la nobleza en el carácter y el comportamiento, sin makarim al-ajlaq, sin futuwwa, sin areté, la asabiyya no sirve de nada, es un cuerpo mutilado, es como una persona que aparece en público completamente desnuda. Y esto nos lleva al inicio de esta conferencia, o mejor dicho, nos lleva al inicio de la conferencia de Sheij Abdal Haqq del año 2012: “Ciertamente he sido enviado para perfeccionar el buen comportamiento”, o “Sólamente he sido enviado para completar las nobles cualidades del carácter”.

O si queréis, volvemos a esas cinco palabras escritas por Sheij Abdal Qadir: Ŷama’atJidmaSpeaking-well, HospitalityGiving.

La teoría ya la tenemos, lo cierto es que es de sobra conocida por nosotros, la hemos escuchado en repetidas ocasiones; conocemos los elementos fundamentales, la luz ha llegado a nosotros, el mensaje ha sido transmitido. ¿Qué hacemos con él? ¿Qué hacemos con esta luz?

Está en nuestras manos. Llegaremos hasta donde queramos llegar, o mejor dicho, hasta donde estemos dispuestos a llegar, ya que no podemos ni debemos esperar a que otros lo hagan por nosotros; somos nosotros los que tenemos que hacerlo. Y esto se traduce en que somos nosotros los que, en primer lugar, debemos imbuirnos y empaparnos de esa luz, de esas cualidades, de todo lo que tantas veces se ha dicho en esta mesa. Debemos mirarnos a nosotros mismos, con sinceridad y preguntándonos qué cambios debemos hacer si queremos transmitir e iluminar a otros con esa luz, qué debemos hacer para que Allah cambie nuestro estado y lo que hay a nuestro alrededor.

Recordad la aleya que ya hemos mencionado: “Es cierto que Allah no cambia lo que una gente tiene hasta que ellos no han cambiado lo que hay en sí mismos”. Me voy a permitir una osadía en este momento y os ruego que me lo permitáis. Voy a parafrasear esta aleya diciendo:

Es cierto que Allah no da a una gente la futuwwa hasta que ellos no han adoptado en sí mismos la futuwwa; es cierto que Allah no da a una gente la asabiyyahasta que ellos no han adoptado sus cualidades complementarias, que son las nobles cualidades de carácter y comportamiento; es cierto que una comunidad no alcanza la areté hasta que sus miembros no se han empapado de las cualidades de la areté.

De nosotros depende, en nuestras manos está. Si queremos, llegaremos a lo más alto. Si queremos, llevaremos a esta comunidad a la posición más elevada. Si queremos, alcanzaremos lo que alcanzó el Mensajero de Allah y sus Sahaba, que fueron lámparas luminosas en medio de la oscuridad, que se iluminaban a sí mismos con una luz que se difundía e iluminaba todo lo que había a su alrededor.

Relación entre la recuperación del ‘tawhid’ en la enseñanza y el modelo social. Cuando la comunidad educa

Muhámmad Mujtar Medinilla

VIII Jornadas Educativas

Granada

25 de diciembre de 2015

Bismillahi Rahmani Rahim

Assalamu alaikum.

Con el permiso de nuestra autoridad y de nuestros maestros aquí presentes.

Después de siete años de jornadas educativas en Granada, en las que hemos abordado todos los aspectos primordiales que tienen que ver con la cuestión de la educación y nuestros proyectos educativos, centramos nuestra atención de nuevo, enfatizando y profundizando aún más, en este octavo encuentro, en la comunidad como factor educativo vital.

Hemos asumido que existe una estrecha relación entre el crecimiento de una comunidad musulmana y el establecimiento de un modelo educativo con un verdadero entendimiento del tawhid.

Dice Shaij Abdalqadir en El libro del Tawhid (pág. 111): “En los últimos ciento cincuenta años es cuando ha tenido lugar el derrumbe de este entendimiento. Lo que es importante constatar es que la comprensión de este elevado aspecto del Din estaba unida a ese elemento que ha mantenido la totalidad del Din en la sociedad, y que es el amr. (…) Cuando se suprimió el amr con el que se imponía la Shari’ah, desapareció también la comprensión del tawhid. Estas cosas no están desconectadas”.

La recuperación, por tanto, de la forma de enseñanza tradicional, basada en un firme y puro tawhid, está ligada al restablecimiento de la forma de gobierno islámica por excelencia: el emirato… Nuestra intención, para este encuentro, es reflexionar, ahondar, en esta conexión necesaria, imprescindible. Y es nuestro objetivo que salgamos de aquí dando un paso hacia delante en la consolidación de este modelo en nuestras comunidades; asumiendo el papel esencial que el modelo social juega en la educación y formación de su gente, y la enorme importancia de que sus diversos elementos estén bien definidos y ordenados: el emir, su consejo, el imam, la familia…; estableciendo la conexión más adecuada entre la autoridad y los proyectos educativos ubicados en sus lugares, incluidos aquellos proyectos de naturaleza internacional, que requieren, tanto como los que más, el asiento firme y el apoyo de una comunidad local.

Decía Sidi Parvez Asad Shaij en las jornadas educativas de hace dos años que “a través del establecimiento de estas comunidades en toda Europa empezamos la tarea que tenemos por delante”. Comunidades dinámicas, en expansión constante; conectadas entre ellas en todos los niveles: político, comercial, humano y de conocimiento. Comunidades locales que servirán de base para un entendimiento del Din del Islam entre los europeos y que jugarán un papel importante a nivel nacional y continental.

A largo de estos tres días, nuestros distinguidos ponentes, a quienes agradecemos mucho su esfuerzo y su presencia entre nosotros, abordarán, en profundidad y desde perspectivas diferentes, la dimensión educativa de nuestro modelo social, el papel cívico y político de las comunidades musulmanas en Europa y nuestra posición ante todo ello.

Por mi parte, intentaré abordar, pisar apenas la orilla de un tema profundo, la Relación entre la recuperación del tawhid en la enseñanza y el modelo social, desde el plano de la educación de los más jóvenes, quienes nos señalan, claramente, con su comportamiento, con su actitud ante el mundo, con sus expectativas vitales, ante la enseñanza que les ha llegado, el grado de entendimiento y transmisión del tawhid en su sociedad, porque éste es el elemento fundamental, la aceptación de la Unidad y el Poder de Allah, que acontece cuando la comunidad educa.

Sólo voy a hacer referencia a algunos aspectos de lo que he aprendido de Shaij Abdalqadir, y que han estado presentes tanto en nuestra escuela a lo largo de su historia hasta el día de hoy, con la escuela actual, como en la propia historia de nuestra comunidad en Granada en muchas ocasiones, que pueden ser de utilidad para nuestra comunidad en este momento.

Decía, muy acertadamente, Shaij Abdalhaqq, en su discurso de clausura (págs. 2 y 3) de las últimas jornadas educativas que “este factor diferenciador (refiriéndose al tawhid) debe estar presente en el núcleo mismo de todo proyecto educativo que afrontemos”; que “es absolutamente necesario que esté presente, de manera explícita o implícita, en las instituciones educativas que queremos establecer”.

En el comienzo de este mismo discurso nos contó el proceso de la primera escuela en Norwich, la primera experiencia escolar, pionera de nuestras comunidades, que intentaba reunir los tres ámbitos: el pedagógico, el político y el social. El objetivo era poner en marcha un conjunto de actuaciones, de espacios, que contrarrestarán de todas las maneras posibles el ethos dominante. Era un tiempo en el que toda la comunidad estaba unida, consciente de la importancia de la educación de sus hijos… El principal motivo fue la comprensión de Lakum dinukum wa lia din (Para vosotros, vuestro din, y para nosotros, nuestro din).

Años después, a principios de los años noventa, esta aleya siguió siendo el motivo por el que Shaij Abdalqadir promovió una escuela en Granada, y todos nosotros estuvimos de acuerdo en ponerla en marcha. Y existía también, como en Norwich, una unidad en la comunidad, en la táriqa, en la autoridad, en el emir, en la mayoría de las familias, y éramos conscientes de que estos aspectos fundamentales: el social, el político y el pedagógico conformaban una misma lucha, un mismo asunto.

No sólo éramos conscientes de la necesidad de instituciones educativas y de enseñanza para una verdadera transmisión del tawhid a los más jóvenes, sino de que esto no sería posible si esa transmisión no estaba sucediendo, en lo esencial, en el seno de la comunidad, comenzando por el núcleo celular de la vida social: la familia.

Recordemos de nuevo las palabras de Shaij Abdalqadir, recogidas en El ínterin es mío (pág. 21) acerca de que “la educación personal es, por definición, social”. Y que “para producir seres humanos de calidad no sólo es necesario un grupo educacional, sino también un nexo social”.

En palabras de Mihaly Csikszentmihalyi, profesor y psicólogo de la Universidad de Chicago: “La manera más satisfactoria de realizar el “yo” es creando el sistema social más complejo: una buena sociedad. (…) La antigua sabiduría contenida en el proverbio africano: ‘Para educar a un niño hace falta toda la tribu’, se ha olvidado. En lugar de ello, la educación se ha delegado a escuelas modeladas según métodos de producción en masa que han demostrado su eficacia en fábricas” (El Yo evolutivo).

Pero nuestro modelo de educación es minucioso, detallista… Como sostiene Raís Abu Bakr en un artículo que saldrá en los próximos días en ISLAM HOY, titulado “La política del conocimiento”, la formación básica de siglos de los musulmanes, ha estado basada en la minuciosidad”. Lo que educa es cada pequeño detalle, cada gesto, lleno de adab, de un anciano, de un compañero, de tu esposa… Esto es lo que comprendió nuestro querido Shaij y nos ha transmitido, por ejemplo, en El libro de los extraños… Llegó a Marruecos buscando respuestas, las grandes respuestas, pero las fue encontrando, fue hallando las indicaciones, a pesar de su resistencia inicial, de su mente y su raciocinio, en personas que se cruzaban en su camino, en el mercado, por las calles, en ancianos, en su mismo Shaij, Shaij Muhámmad Ibn Al-Habib, a través, aparentemente, de pequeños detalles, de acciones cotidianas, de señales.

Hace falta, por tanto, toda una sociedad, de toda la unidad de una comunidad fuerte, para que un pequeño gesto se convierta en una enseñanza… Esto nos atrajo al Din del Islam: el cuidado, el adab, con el que se hacían las cosas… Y esto ha de ser recuperado hoy entre nosotros, y perder el temor a corregir con el mayor adab las conductas y comportamientos de los niños, por ejemplo, en la mesa, en el jardín, en la calle… Porque si ellos no nos hacen caso en este momento, es porque esta práctica, básica en nuestro Din, ha sido abandonada desde hace tiempo a nivel general.

Los niños han de aprender a estar pendientes de los demás; cuando llega un adulto han de ser conscientes de ello y actuar en consecuencia: bajando el tono de voz, dejando espacio para que se siente, poniéndose a su servicio en lo que necesite… Dice Shaij Abdalqadir en su libro Comentarios (p. 196): “Este ser conscientes de los demás es el adab. Es permitir que cada uno tenga su sitio” (…) “Este adab (que) comienza con el niño. (Y) La madre es la escuela del niño” (Comentarios).

La enseñanza que hemos recibido está basada en obtener una comprensión del tawhid que, como dice Shaij Abdalqadir, “contiene al mismo tiempo ese adab sin el cual no puede conseguirse” (El libro del Tawhid, pág. 150).

Porque no es éste un asunto intelectual: si no se refleja en el comportamiento, no hay tawhid. Pero lo mismo para los jóvenes que para los ‘ulamâ. “La prueba de que son gente de conocimiento es que imparten la justicia” (Tawhid folleto, pág. 1). Estas palabras de Shaij Abdalqadir están basadas en las aleyas recitadas hace un momento por Sidi Bashir.

Allah atestigua que no hay dios sino Él, así como los ángeles y los dotados de conocimiento; rigiendo (Su creación) con equidad.

No hay dios sino Él, el Inigualable, el Sabio”

(Sura de la Familia de Imrán, 18)

“En las aulas de Europa se está jugando la batalla más fundamental”, escribía en el periódico el cineasta, escritor y periodista David Trueba en EL PAÍS hace sólo unos días, en la estela de los sucesos de París, en un artículo de opinión titulado “Fatalismo”. Es claro que la batalla se va a jugar en la educación, particularmente en la escuela. Y no estoy hablando, evidentemente, de una batalla entre Islam y Occidente, como los medios, los poderes dominantes en este tiempo y los ignorantes quieren hacer creer a la población general, sino una guerra de más de doscientos años entre la posibilidad de un mundo civilizado y la barbarie; no la barbarie cruenta, inadmisible, del terror de estos locos que se llaman a sí mismos musulmanes cuando están en cada paso que dan dañando a los propios musulmanes, sino la barbarie de un sistema que ya no sabe qué es la vida y vive en una gran ignorancia; que está destruyendo el planeta y al ser humano al mismo tiempo que pretende hacernos creer que somos libres y vivimos en el mejor de los mundos posibles.

El problema, es que, incluso cuando un autor como este mismo que hemos mencionado, un intelectual preocupado por la deriva mercantilista que ha tomado la educación, es consciente de que el hecho de eliminar de los planes de estudio todo lo que no resulta práctico para el mercado financiero nos deja indefensos frente a lo que él denomina “la tragedia del vivir”; y desea, incluso, sacar a los jóvenes del “secuestro de los negocios alienadores y embrutecedores”, utilizando sus propias palabras, y devolver a Europa el esfuerzo por el conocimiento y el reto intelectual para poder responder a las cuestiones existenciales, a pesar de todo esto, sólo puede contemplar una herramienta: la razón.

Nos encontramos, de nuevo, con la misma lucha de Goethe y Schiller en su tiempo: la superación de la dualidad, de la fractura entre intelecto y alma, del hombre roto, de un corazón partido… Y los dos caminos, el del joven Werther y el de joven Wilhelm están delante de nosotros: el camino del nihilismo y la desesperación (el suicidio) o el camino de la Bildung, es decir, el camino de la formación integral hacia una vida feliz y cumplida.

¿Qué significa exactamente para nosotros esta indicación de nuestro Shaij de que cuidemos que no se rompa el corazón de los niños?

No se puede pensar que yendo por la mañana a la escuela estatal, con la visión deformada del mundo que les están transmitiendo, en la que la ciencia, el punto de vista científico, intenta desplazar al hombre de su posición central, de su alto papel en la creación; un sistema educativo que tiene como centro que todo poder reside en cualquier parte excepto en Allah; y llevándolos a las clases de Corán por la tarde en la mezquita, puede estar construyéndose en ellos un entendimiento correcto, genuino, del tawhid.

Si este es el caso, has de trabajar seriamente por cambiar esta situación; tienes que realizar una fuerte labor de clarificación, de discriminación con tus hijos; y tienes que luchar por conseguir transformar esta realidad cuanto antes. Me decía una mujer hace poco, como si pretender cambiar este estado de cosas fuera imposible, el sueño de unos ilusos: “… ¡pero es que ésta es la realidad…!”; mi contestación fue: “Tiene usted razón, pero precisamente todo este asunto trata de eso, de cambiar esta realidad”. Vale que tengas que pasar por esto transitoriamente; pero no puedes conformarte con ello. Porque si bajas el nivel, entramos, entonces, en el peligroso terreno de la justificación…, que no es un problema tanto de coherencia con tus principios como de debilitamiento, porque esto es lo que genera este tipo de situación: debilidad.

Sé que estas palabras pueden resultar incómodas. Pero estoy intentando seguir el método de Goethe, que no es para nada extraño al de nuestra tradición musulmana, de partir desde nuestra realidad para elevarnos desde ella, desde nuestras propias circunstancias. Y no, por el contrario, intentar plasmar el ideal en la realidad, método que suele consigue evidenciar nuestras incoherencias y acaba generalmente en la palabra fácil pero huera… Me resisto a mirar para otro lado y creer que, evitando las cuestiones problemáticas, estaremos más unidos y en paz… No utilicemos la realidad como un muro imposible de franquear, porque, entonces, todo esto se convierte en un maravilloso ideal que nunca llegará.

Cuando sacas el tema de la educación, algunas personas sienten, y lo expresan claramente, que “mejor es no meneallo”; pero, precisamente, esto es lo que hay que mover; aunque nos toque la fibra. ¡Porque ha de tocarnos la fibra! Porque en la actualidad la educación de los más jóvenes, aquellos que han de ser los más cuidados y preservados por nosotros, está siendo desastrosa, con un claro dominio de la educación estatal, que representa, en todos sus aspectos, no sólo lo contrario sino el enemigo más acérrimo de una enseñanza con Tawhid.

Cada comunidad sabe “dónde le aprieta el zapato”; en lo que respecta a Granada, esta cuestión, la educación de nuestros hijos, se ha ido convirtiendo en un factor de división más que de unión… Después de la mezquita, era claro para la gran mayoría de nosotros, empezando por Shaij Abdalqadir, que en 2006 volvió a indicarnos que hiciéramos una escuela; que éste era el siguiente paso, que una vez establecida la mezquita, tenía que haber enseñanza: aprendizaje en la mezquita y en nuestros círculos y la escuela para los más jóvenes… Pero no somos gente que cubra y oculte, sino esa gente que afronta y desvela aquello que requiere ser confrontado y atendido. Y, en mi opinión, creo que difícilmente podremos asumir tarea alguna de importancia en esta comunidad si no somos capaces de resolver, de dar una respuesta, a este asunto.

Tal vez pueda parecer que el Estado te ofrece alguna “seguridad”; pero tu seguridad está en manos de Allah, subhanahu wa ta’ala. Como explica Shaij Abdalqadir en El libro del Tawhid (pág. p. 46): “Debéis tener en cuenta que los kafirún no saben lo que pasa. No entienden el proceso. Los musulmanes que han obtenido su conocimiento del Libro de Allah y de la Sunna de Su Mensajero (saws) saben que ‘Allah es el Creador de todas las cosas y el Protector de todos ellos’ (Surat az-Zumar) (…) Si Él es Protector de todo lo que existe, es también tu Protector, y entonces te moverás con la seguridad de que tus acciones son lo mejor para garantizar tu seguridad”.

Pero como dijo Shaij Abdalhaqq, en el citado discurso de las últimas jornadas educativa, “el tawhid no es algo que se pueda enseñar en clases sobre la aquida” (pág. 2)Y aprovecho esta referencia para recordar la indicación de Shaij Abdalqadir en La responsabilidad de los fuqará (Cape Town, abril de 2006, pág. 7), dirigida especialmente a las comunidades de Granada y Cape Town, de la importancia de enseñar a los niños el Murshid al-Mu’in, de Ibn ‘Âshir.

Shaij Abdalqadir nos ha enseñado que la enseñanza falsa del tawhid que ha sido propagada en el último siglo es el motivo de la terrible situación en que se encuentran los musulmanes. Es decir, un tawhid con tanzih (exaltación de Allah por encima de todo lo que puedan asociarle, pero sin tashbih, Su presencia, proclamada abiertamente en su Libro (El libro del Tawhid, pág. 83):

¿Acaso cuando el aliento vital llega a la garganta

Y estáis pendientes, mirando,

No estamos Nos más cerca de él que vosotros, aunque no lo veáis”

(Sura de Lo que ha de ocurrir -56-, 83-85)

Allah está siempre, absolutamente, presente en nuestros actos. “Allah conoce lo que hay en vuestros corazones” (Sura de los Coligados, 51). “Él es el Conocedor de lo que encierran los pechos” (Sura del Hierro, 6). Esta presencia, esta percepción de la cercanía de Allah, que no es algo pasivo, sino activo y que te impulsa a la acción, a transformar tu vida hacia lo más alto, es lo que ha de arraigar en el corazón de nuestros hijos, de los hijos de los musulmanes. “Allahu may, Allahu nadirun alay, Allahu shahidun alay”, ‘Allah está conmigo; Allah me ve; Allah es Testigo de mis actos’. Este conocimiento, esta impresión, recogida en el Wird de Sahl at-Tustari, que es el camino hacia el Tawhid más elevado, es lo que hemos de transmitirles, con amor, con ternura, a nuestros niños.

Contaba Shaij Abdalqadir en la antigua zawiya de San Gregorio Alto que la intimidad con Allah comienza con tu ropa interior… Porque puedes hacer salat sucio interiormente y nadie se dará cuenta; pero Allah, subhanahu wa ta’ala, lo sabe… No es algo que tenga que ver con ser obsesivos; todo lo contrario, aprender sin compulsión externa ni interna… A los niños les hacían gracia pero les encantaban estas palabras. Porque lo entendían perfectamente… Mi experiencia en la escuela es que los niños reconocen naturalmente, instintivamente, todo lo que Allah dice de sí mismo. Han nacido hunafâ, con fitra… Como se relata en el hadiz que todos conocemos: “Cada niño nace en un estado de fitra, luego sus padres lo convierten en judío, cristiano o adorador del fuego” (Sahih Muslim).

Hablarles a los niños de Allah, subhanahu wa ta’ala, es lo más importante, transmitírselo desde su más tierna infancia… Y esto está conectado muy especialmente con la madre, con su contacto, con su voz, y especialmente con su mirada, “entera”, hacia su hijo… Dice Shaij Abdalqadir que en esta mirada reside “el comienzo de la educación del nafs que hará del niño un ser completo” (Comentarios, pág. 196). De modo que el germen del Imán, de la confianza en Allah, que comienza con la confianza en la madre, en los padres, será la base de su confianza, de su seguridad, en el mundo.

Porque todo nuestro trabajo educativo, incluido el pedagógico, estriba en la preservación de este estado natural de reconocimiento, del recuerdo, de que Allah es tu Creador, Uno, sin asociado. Preservarlo, impedir que sus corazones se rompan, se dividan; o arreglarlo en el caso de que haya sido dañado (porque, cuando se produce una ruptura, una división, entre lo interno y externo de su personalidad en desarrollo, que es lo común en el mundo en el que estamos viviendo, ocasiona en el niño una desconexión con la realidad), para que esa juventud, esa espontaneidad, original, fatâ, pueda manifestarse, y con ello poder acceder a las cualidades más elevadas de la futuwwa. Porque la futuwwa, que representa los aspectos más elevados de la nobleza, y que es perfectamente accesible a todo musulmán, no es una elección arbitraria, a capricho, de alguien que quiere “subir nota”, sino la culminación de la cuestión fundamental del Din, una “declaración activa y demostrable, en palabras Del Shaij, de la Unidad de Allah, de que nada puede compararse con Él” (El libro del ‘Amal, pág. 96).

“Tenemos que empezar a construir a nuestros hijos con gran paciencia”, nos decía él mismo ya en Weimar, en 1995 (pág. 11). (…) Y manifestaba: “El hombre joven tiene que ser construido piedra a piedra hasta ser una pared frente a lo haram y una protección de lo halal. Paso a paso, uno detrás de otro. Así es como el Mensajero de Allah, que Allah le bendiga y conceda paz, construyó Medina. (…) No podéis hacer que vuestros hijos amen el Islam, ellos tienen que ver amor entre los musulmanes, y esto sólo puede ser entendido por la gente que sitúa sus obligaciones y su dhikr por encima de cualquier otra cosa en el mundo” (Primer discurso de Weimar, pág. 10).

Seguidamente voy a apuntar algunos aspectos que tienen que ver con la educación de los más jóvenes que considero hemos de tener muy en cuenta porque que pueden sernos útiles, muy especialmente en el momento actual.

Lo primero que señalaré es la necesidad de la diferenciación. Como dice Shaij Abdalqadir: “La realidad de este mundo es la de ser una realidad que refleja lo que vendrá tras ella” (Comentarios, pág. 325). Por eso es tan importante transmitir a nuestros hijos la necesidad de diferenciarse de los demás. Porque existen dos grupos, los Compañeros de la derecha y los Compañeros de la izquierda, y ¡no somos iguales! La gran diferencia es que los creyentes reconocen a su Señor, mientras los kufar han negado a Allah.

Los seres humanos, como los genios, hemos sido creados para adorar a Allah. Y el tawhid es lo nos permite comprender a Allah. Éste es nuestro único motivo de orgullo, y el orgullo que han de sentir los más jóvenes. Y por eso es tan importante trabajar el valor, porque, entonces, tu postura vital ya no cuadra con la ideología dominante, basada en un sentido de la tolerancia equivocado de que “todo es válido”, de que “todo vale”. Pero este coraje, aunque pueda y deba ser entrenado como uno de los aspectos fundamentales de la formación de una persona, sólo es posible si tu entendimiento del tawhid está establecido sobre unos cimientos sólidos.

Mientras el empeño de la educación del sistema es “ser feliz” a toda costa, ser todo el tiempo, mediante una sobreprotección antinatural y la negación de la realidad de la vida, nuestra enseñanza está basada en el conocimiento del funcionamiento de la existencia, sabedores de que, como dice Shaij Abdalqadir, “si no tienes este conocimiento del Tawhid, no sabes cómo es la vida. Lo único que puedes hacer es causar problemas y desastres” (El libro del Tawhid, pág. 100). Finalmente, no pueden alcanzar la felicidad en su edad madura porque no se les transmitió que lo verdaderamente importante era convertirse en hombres y en mujeres de verdad, conscientes de su alta posición en la creación y de la misericordia de su Creador.

En realidad, en España, lo que más le conviene al sistema son esas clases de “religión islámica” en las escuelas estatales tan reivindicadas por muchos musulmanes a lo largo de todo el país; de este modo tendría a los musulmanes contentos con “la enseñanza de su religión” dentro de un currículo basado en un sistema de valores y una interpretación de la existencia que nada tienen que ver con el tawhid, y que se opone frontalmente al Din del Islam.

Les enseñan que lo más importante es la paz, incluso están dispuestos a admitir que, “a pesar de todo”, Islam significa “paz”… Les hacen dibujar palomas de la paz, y a celebrarla incluso, adoctrinándolos en una creencia que el propio sistema se encarga de desmentir todo el tiempo en el “mundo real”; transmitiéndoles de facto, por tanto, que la escuela es algo que no está vinculado a la realidad, una cantera inagotable, en el mejor de los casos, de “creyentes” en el idealismo humanista, la única manera aceptable, decente, de estar en este mundo, pero cuyo final anunciado es el escepticismo, es decir, una manera de sobrellevar el miedo.

El crecimiento del joven musulmán, a lo largo de las tres grandes etapas naturales, se funda en un desarrollo en espiral, expandiéndose en círculos concéntricos cada vez mayores, en un proceso natural de socialización gradual, desde la casa, pasando por los padres, los hermanos, los tíos, los abuelos, los allegados, los vecinos… la comunidad local, hasta lo universal, siempre con un mismo centro, el significado puro del tawhid. Porque el crecimiento no es lineal y en calidad progresiva, siendo muy pequeño el inicio y muy alto al final, sino que son precisamente los primeros años los más importantes y donde se conforma el grueso de lo que serás de adulto… De tal manera que el tawhid está siendo protegido, en su esencia, en esos primeros años, para ir siendo consolidado, con la intervención de todas las demás facultades humanas, a lo largo de las demás etapas de crecimiento.

En esta primera etapa, hasta los siete años, la madre es la madraza, la madre es la escuela. Y no voy a profundizar más en este momento, sólo señalar que aquí reside uno de nuestros mayores problemas en este tiempo. Recuerdo un texto sobre Heidegger en el que mostraba “su indignación por los ‘depósitos’ para niños y ancianos construidos en Alemania, para ‘quitarlos de en medio’”. Sostenía que “así como los niños debían criarse en el ámbito familiar, y no en ‘guarderías infantiles’, también los ancianos debían permanecer en el hogar, pues su vida era digna de veneración, y su experiencia debía ser aprovechada por los jóvenes” (Heinrich Wiegand Petzet, Encuentros y diálogos con Heidegger). Si esto era en su tiempo, hoy día hemos llegado al tope de este dislate con respecto a estas dos etapas claves de la vida.

Un dato: El 3º objetivo estratégico de la UE para el año 2020 en educación es que al menos el 95% de los niños entre 4 y 6 años estén escolarizados en educación infantil. En España se alcanzó el 100% ya en 2011. Sin embargo, Finlandia, considerada como el mejor referente educativo a nivel mundial, sólo tiene un porcentaje, para ese mismo tramo de edad, del 45%. Por cierto, mientras las horas lectivas en España son de 875 horas en Primaria, en Finlandia son sólo de 608. Y los niños no tienen obligación de entrar en la escuela hasta los 7 años.

Según José Antonio Marina, pedagogo español “estrella”, que está acabando actualmente el Libro Blanco de la Educación en España por encargo del Gobierno, refiriéndose al sistema educativo finlandés: “… esa escolarización tardía es fruto de una concepción pedagógica que entiende que introducir a los niños pronto en una educación más formal es contraproducente. (…) Nos estamos pasando con la insistencia en una educación muy precoz que sobrecarga a los niños”.

Como dice Shaij Abdalqadir en Imán y Educación (pág. 7): “La guardería es una excusa. No tiene fundamentos sólidos intelectualmente”. Ya en la Grecia Clásica, “Platón comprendió que no tenía sentido esperar que los niños comprendiesen ideas abstractas hasta que hubiesen aprendido a controlar sus cuerpo mediante el ejercicio atlético y hasta que aprendiesen orden gracias al ritmo musical y otras formas de armonía sensorial” (El yo evolutivo).

La recuperación de la sabiduría natural de la crianza de los hijos es una tarea imprescindible, pero, para eso, la mujer ha de recobrar el conocimiento perdido acerca de su propia naturaleza.

Se están forzando los procesos de desarrollo; en los esfínteres; en el proceso de socialización, con la obsesión actual porque los niños estén integrados en grupos antes de su momento madurativo para ello.

La obsesión por la expresión de sí mismos, cuando lo adecuado para esta edad es la imitación de los modelos clásicos.

La obsesión por descomponerlo todo, cuando el niño de esta edad ha de percibir el fenómeno completo.

La obsesión por calificar numéricamente desde muy pequeños, cuando, como muy pronto, esto es algo que no debería hacerse, y muy cuidadosamente, a partir del tercer ciclo de la Primaria.

En la edad escolar, no existe tawhid porque trabajes todos los aspectos de la persona y piense que estás haciendo educación integral… Esto está muy bien, y es nuestro objetivo también, pero no es el fondo del asunto. Porque puedes encontrarte con muy pocos medios y es posible que, ahí donde la gente sólo vea carencias, se esté transmitiendo integridad, forjando un núcleo, un centro de discriminación, una comprensión verdadera del tawhid, un corazón capaz de comprender.

Por supuesto, tampoco tiene nada que ver con llenar todo el tiempo de los niños de actividades extraescolares… Les ayudaremos mejor si les permitimos tener tiempo para digerir lo que hacen, para el juego, momentos de aburrimiento incluso, un ritmo sosegado, sin estrés… Los paseos con uno de sus padres, charlando, contemplando el paisaje… son de un valor incalculable.

Otro aspecto a tener muy en cuenta es proteger a los niños de la calle. Ya Shaij Abdalqadir nos lo advirtió en La responsabilidad de los fuqarâ. Tenemos que protegerlos de lo que hay ahí fuera, de la cultura de la calle.

La limpieza, asimismo, germen del discernimiento desde pequeños, cuando han de discernir entre lo que es comida y lo que es excremento, es la base de una sociedad y el camino para la nobleza.

Es también muy importante ocuparse de una correcta orientación espacio-temporal. En su discurso de clausura de las anteriores Jornadas Educativas, después de indicarnos Shaij Abdalhaqq la importancia central de la recuperación de una verdadera comprensión del tawhid, y relacionado directamente con ello, planteó la forma en que entendemos el tiempo y el espacio.

La noche del miércoles celebramos el Maulid en la mezquita y ayer por la mañana celebraron los niños, todos los niños que quisieron asistir, el Maulid del Mensajero (saws) en la escuela actual. Esto es de una gran importancia; es necesario consolidar las celebraciones, no sujetas al ciclo solar ni a ninguna otra referencia, de las fiestas y acontecimientos de los musulmanes: los dos ‘Ids, el día de ‘Ashura, con los regalos para los niños, el Maulid… Éstas han de ser sus referencias temporales.

Hemos visto a muchos niños musulmanes celebrando Halloween y otras fiestas de la cosecha. Shaij Abdalqadir me dijo en una ocasión cuando observó que en la época de las Navidades faltaban muchos niños a clase, en La Maestranza, y que era porque se encontraban en las ciudades de sus abuelos y familias: “Los niños deben visitar a sus abuelos siempre que se pueda; pero nunca, nunca, en estas fechas, porque la Navidad contiene una carga emocional demasiado fuerte”.

Estos días ofrecen una estupenda oportunidad para hablarles a los niños de Allah, subhanahu wa ta’ala, que “No ha engendrado ni ha sido engendrado/Y no hay nadie que se le parezca”, del Surat al-Ijlás; que no nació ayer noche, ¡astagfirullah!; de la Fátiha: no nos guíes por el camino de los que “son motivo de tu enojo/ ni el de los extraviados”… Es una maravillosa oportunidad, con esta coincidencia de las fechas, del Mawlid u la Navidad, para hablarles de la vida del Mensajero de Allah (saws), para que acrecienten su amor por él; y para hablarles también de ‘Isa (as), de todo lo que se dice en el Corán sobre él y sobre su madre.

Y han de ser fanáticos, “tiernos fanatiquillos”, porque esa es la manera como los niños toman las cosas… No hay que preocuparse, como dice Shaij Abdalqadir: “Más adelante se atemperarán con la edad”. Pero no los puedes dejar entre dos aguas, tibios, sin fuerza en su creencia, porque los estarás destruyendo.

Mencionaba Shaij Abdalhaqq en su discurso una aleya coránica: “Arraigados en la Tierra con firmeza”. Y la pregunta que me hago es ¿dónde están arraigando realmente nuestros jóvenes? Si estas calles ya no permiten transmitir una interacción social adecuada, con sus límites morales naturales, es necesario encontrar espacios para los más jóvenes: salidas a la montaña, campamentos, convivencias, deportes, teatro, excursiones por la ciudad, etc., que propicien relaciones sociales más elevadas, donde, de manera voluntaria, diferentes personas de la comunidad de diversas edades puedan contribuir haciendo lo mejor que saben hacer.

Los niños han de conocer los paisajes, recorrer los caminos, subir las montañas, aprender los nombres de los árboles, de las plantas y de los animalillos de su zona… Han de echar raíces en la tierra… Y han de conocer los procesos, de la tierra, de la atmósfera, de las estaciones (pero no como temas de un libro de texto) y han de reconocerlo en la descripción del Corán. La capacidad de leer la existencia es nuestro objetivo educativo. Porque esto nos lleva al tawhid, a la proclamación de la Unidad de Allah, subhanahu wa ta’ala.

El respeto por la creación, por todas las cosas del mundo, la limpieza del aire, las plantas y los animales está basado en asumir el ser califas de Allah en la Tierra, en el reconocimiento de que la soberanía pertenece a Allah; no en el racionalismo ni en el análisis crítico, con la exploración del mundo como si fuera tuyo y pudieras hacer lo que quieras con él.

Algunos pensadores apuntan a que nos dirigimos a una gran colisión, la colisión de todas las ciencias en una sola ciencia: la biotecnología. Se trata de un choque, con un muy previsible resultado traumático, caótico; el camino opuesto a una unificación de la diversidad de los conocimientos científicos en un mismo rumbo.

Es una cuestión antropológica, se trata de una manera de “estar” en el mundo. No es algo racional. Se trata de cómo experimentamos la existencia, la vida. Los niños han conocer acerca de la crianza de los animales, del crecimiento de las plantas… y de cómo llegan hasta nosotros para nuestro alimento y abrigo, cómo están llegando hasta nosotros desde hace muchos años… Todo esto es de suma importancia, el correcto entendimiento de la creación y la función de los elementos que conforman el cosmos. La conciencia de Quién hace que todo esto suceda, de Quién es realmente el que hace germinar.

Y este arraigo, este enraizamiento, sólo puede ser realizado enteramente con el lenguaje completamente integrado en este descubrimiento, porque esta es la herramienta para ello… El cuidado del lenguaje, la buena palabra, es esencial ahora. En nuestra experiencia en la escuela hemos podido observar que esta cuestión es una de las más difíciles para los niños, porque es necesario mucho valor para que mantengan en la calle un castellano correcto. Como nos dijo Shaij Abdalqadir: “El español es una hermosa lengua, pero se requiere de mucho valor para hablarla correctamente, porque las consonantes son fuertes”.

Otros aspectos, y ya casi sólo estoy enumerando, para no cansarles en exceso, son la necesidad de trabajar con ellos el autodominio, la contención y la paciencia, (que tienen como consecuencia algo muy importante: la esperanza).

Es curioso que un sistema educativo como el que sufrimos, cada vez más centrado en la neurociencia, en el cerebro, en la cabeza, sea a su vez tan emocional, pero esa emoción exacerbada, desequilibrada e incontenible, que podemos observar a cada momento… Tocan sus cabezas, juegan con sus emociones; pero no se ocupan de cuidar sus corazones. Mientras nuestro sistema, centrado en el corazón, como órgano vital del musulmán, que funciona como un imán, conlleva furqán, la capacidad del discernimiento y el dominio de sí mismo.

Dice Shaij Abdalqadir que “esta es una época en la que es muy posible que lo peor que le ocurre al ser humano moderno es la incapacidad de tener sabr, porque todo está dispuesto para conseguir hacer las cosas ahora mismo y ser impaciente” (Comentarios, pág. 275). Los niños han de aprender a esperar, a tener paciencia… porque si aprenden esto, sabrán cuándo tienen que actuar. Y han de aprender también que todo aprendizaje, que todo conocimiento requiere de un tiempo; no es instantáneo como en los medios tecnológicos actuales.

Aprovechemos la segunda etapa de crecimiento. La edad escolar es la mejor edad para aceptar las normas, para seguir un modelo, para aprender las normas básicas de convivencia, del adab requerido para cada situación. El mejor momento para infundir en ellos el entendimiento de la autodisciplina y el respeto a la autoridad.

Esos padres que se han ocupado, con todo su esfuerzo, hasta donde dadas sus circunstancias les han permitido, de que sus hijos vivan plenamente la escuela de la madre, y después, en la edad escolar, de proporcionarles la mejor formación que han podido, especialmente en cuanto a la elección de sus maestros, encontrarán, si Allah lo quiere, el mejor cimiento para el inicio de la tercera etapa de crecimiento, donde emprenderán el crucial viaje de descubrimiento del padre, por parte del muchacho, y de descubrimiento de su madre, por parte de la muchacha, en sus respectivos momentos, diferentes, de la pubertad; y si sus identidades han sido bien formadas y su diferenciación sexual ha emergido claramente (escuelas separadas para chicos y chicas en la etapa Primaria), tendrán el soporte necesario para, primeramente, el surgimiento del despertar sexual y, más adelante, la construcción de unas masculinidad y una feminidad plenas y la entrada en la vida adulta. La separación en esta etapa es fundamental. Como ha dicho Shaij Abdalqadir en numerosas ocasiones: “La separación trae la unión” (Primer discurso de Weimar, 95, pág. 19).

Cuando la fiesta de la capea en la plaza de toros de hace unos meses, todos estuvimos contentos de la alegría que reinaba y de lo bien que lo pasamos… No quiero poner un “pero”, sólo señalar algo que ocurrió para que nos sirva en esta reflexión: el grupo de niños comenzó, en un espacio adecuado y algo apartado del grupo general, una actividad pensada sólo para los varones: la lucha… Más tarde se incorporaron un grupo de niñas, y participaron ellas también. Poco a poco se llenó de hombres y mujeres alrededor de aquel espacio. Se podría decir que significó el culmen de entusiasmo de la tarde. Y lo disfrutamos todos, sin embargo, pude observar cómo se había desvirtuado el efecto especial que esta actividad tenía para los niños. La energía de los adolescentes que entraron después en liza ya era una lucha condicionada completamente por la mirada de las muchachas… Los valores masculinos ya no podían manifestarse de la forma en que lo hubieran hecho de haber estados los varones solos. Y volvía a repetirse de nuevo el hecho de que las niñas quisieran estar con los niños en su actividad… No digo que las niñas no luchen entre ellas, no sé si eso es lo mejor… La cuestión es que no suelen encontrar un espacio para ellas donde se expresen plenamente, junto a las mujeres, sólo para ellas.

Es muy importante hoy día encontrar estos espacios para unos y para otras. ¡Es muy importante…! La masculinidad y la feminidad representan para nosotros una tarea ineludible, a contracorriente de la sociedad general, porque el modelo dominante lo tenemos completamente en contra. Y se requiere de hombres y mujeres que se estén trabajándose a sí mismos, que estén profundizando en ello, que deseen fervientemente retomar el desafío que supone La pareja colaboradora, de Shaij Abdalqadir, que desde 1990, cuando fue pronunciada esta conferencia en la Universidad de Malasia, continúa siendo un reto pendiente para nosotros.

Nuestros jóvenes necesitan la guía y la compañía de hombres y mujeres dignos de admirar, que sean modelos a imitar; que estén resueltos en participar en construir a la próxima generación para que sean más que nosotros mismos. Como dice Shaij Abdalqadir: “No por medio de reproches, sino dando; no con la crítica, sino confirmándoles, dándoles” (Primer discurso de Weimar, 1995, pág. 18). Esto es lo que, como él mismo dice, más se puede hacer en este tiempo: “producir hombres y mujeres de calidad”. Y continúa: “Hace falta tener la levadura, porque, cuando se tenga, podrá ponerse en el pan. Siempre ha sido lo mismo, en todo tiempo y en todo lugar. La gente de conocimiento ha elevado lo que había a su alrededor llamando a las cosas por su nombre, no con ideología” (Entrevista a Shaij Abdalqadir, pág. 8).

Nuestro vínculo hoy está en la educación. No podemos soslayar esta responsabilidad. Tenemos que preocuparnos y ocuparnos de la educación de nuestros hijos; e intentarlo una y otra vez. Y no permitir que la división prevalezca entre nosotros, sino convertir, transformar, aquello que nos desune en el nexo que más nos una y hermane, apoyándonos mutuamente,

Porque todas estas cosas de las que he estado hablando, y otras que no ha habido tiempo de señalar, conforman una base que puede propiciar que los más jóvenes establezcan en sus vidas un tawhid verdadero, real… Pero se precisa para ello de una acción unificada de todos, desde la autoridad del emir, la enseñanza e iluminación de nuestro imam al jatib, de las casas, las familias, cada uno aportando aquello que mejor sabe hacer.

Esta energía, más que ninguna otra cosa, es la paideia. Y debemos activarla, reactivarla entre nosotros, porque esta fuerza, este proceso dinámico de mejora continua, es la señal que nos indica que estamos sostenidos en un auténtico tawhid.

Esta es mi propuesta en esta mañana: ¡Hagámoslo juntos! ¡Y hagámoslo para nuestros hijos y los hijos de los demás musulmanes!

Pero para esto hemos de elevarnos en nuestras aspiraciones, a lo que tantas veces nos llama Shaij Ahmed Bermejo, y salir de esa mirada, corta y cicatera, de reducir todos nuestros esfuerzos y proyectos, a quedarnos sólo con aquello que podamos sostener juntando entre todos la calderilla que pueda salir de nuestros bolsillos… No podemos limitarnos de esa manera… esa es la postura fácil… Lo difícil, y a lo que estamos siendo llamados continuamente por nuestro Shaij, es elevarnos, ser agradecidos con nuestro Creador sacando de nosotros los enormes regalos con los que nos ha honrado, a construir, a establecer, en este tiempo y en este lugar, proyectos que vayan más allá de nosotros mismos… Que requieren de muchos medios y de mucho esfuerzo; de relacionarnos con el resto de la Ummah, de recuperar instituciones, como es el caso del waqf. Nuestra labor de fundraising es de las más honorables entre nosotros hoy. Estos hombres que salen de viaje, dejando durante semanas a sus familias, merecen nuestra comprensión, y el reconocimiento debido a todos aquellos que trabajan fisabilillah.

Me ratifico en lo que dije en agosto pasado en este mismo sitio, aunque pueda parecerles excesivo: estamos en el comienzo de un proceso de Bildung, un empeño consciente por mejorarse, en cada uno de sus hombres y mujeres y como comunidad.

Bildung, que es un término que podemos relacionar perfectamente con la paideia griega, tiene que ver con la educación, pero una educación mucho más amplia y profunda que aquello que solemos identificar comúnmente como “educación”. La Bildung significa una educación, una formación, que el Estado no controla.

La Bildung, como la paideia nos lleva a emprender un camino de formación completo, de “refinamiento, limpieza y ennoblecimiento”, en palabras de Sidi Ahmad Gross. Bilden significa ‘tomar forma’, crearse a sí mismo’. Se podría decir que nuestro anhelo, nuestra tarea, es modelarnos a nosotros mismos siguiendo el modelo del Mensajero de Allah, la paz y las bendiciones de Allah sean con él.

Esto está ocurriendo entre nosotros, al menos al nivel de un pequeño núcleo. La biblioteca de Emir Málik sigue incrementándose con obras esenciales. Es muy importante que este ejemplo crezca, y que establezcamos un círculo de personas que compartan este afán, porque es necesario, en este proceso de formación, recibir estímulos, crear una atmósfera cálida para el aprendizaje y sentir el aliento de otros. Sin esto no se puede forjar nada. Y los jóvenes serán los primeros que se beneficiarán, insha’llah. Porque han de descubrir quiénes son, en qué mundo están y hacia dónde han de ir. Y las familias han de comprender que una buena formación de sus hijos va más allá de la escuela. Y los padres, que igual que son los imames en el salat en sus casas, han de convertirse también en el referente cultural de sus hijos.

Shaij Abdalqadir es, como en tantas cosas, nuestro mejor ejemplo: continúa, a pesar de su enfermedad y de su edad, estudiando, trabajando intelectualmente… ya nos cuesta mucho seguir su último libro, La ciudad entera. Su nivel es muy alto… Nos está llamando a prepararnos, a avanzar, a poner todas nuestras capacidades al máximo.

En esta obra, La ciudad entera (pág. 253), Shaij Abdalqadir, refiriéndose a la asabiyya, dice: “Es ese círculo de hombres y mujeres vinculados, no por sangre ni por posición, sino por una calidad de vida compartida que exige la adoración pura del Señor del universo y una continuada competición entre sus miembros en lo que respecta a generosidad, apoyo, sustento, aprendizaje e interés mutuo. (…) Ibn Jaldún dijo que ese tipo de círculo siempre vencerá a sus enemigos; y añadió que si ese grupo está unido en torno a la adoración de lo Divino, conseguirá el gran triunfo”.

En las últimas Jornadas Educativas, a raíz del mensaje que nos envió Shaij Abdalqadir acerca de unirnos en grupos de asabiyya, surgió inmediatamente un grupo de diez hombres, hombres jóvenes, casados y con hijos la mayoría, dispuestos a hacerlo. Esa determinación es de un enorme poder. La última frase de La ciudad entera es: “Para la compañía en la oscuridad es fundamental tener unos pocos Compañeros” (pág. 255). Ojalá este grupo de hombres retomen este compromiso, este pacto entre caballeros… Pero han de tener muy claro que este alto propósito no podrá salir adelante con éxito si no involucran en ello a sus familias.

Dice Shaij Abdalqadir en Comentarios (pág. 259): “… la incapacidad de comprender el verdadero Tawhid es lo que hace que los musulmanes se salgan del Camino, y esto es un desastre. Si el desastre se apodera de los musulmanes es porque han perdido la verdadera enseñanza del Tawhid. Si se tiene la verdadera enseñanza del Tawhid, como ha ocurrido en todos los grandes momentos de la historia musulmana, es porque siempre ha existido en el centro mismo de esa Comunidad un grupo de ‘Arifín que reconocen esta realidad y la enseñan a la gente común”.

Dos elementos han caracterizado y honrado a nuestras comunidades a lo largo de su historia: la educación de nuestra juventud y el Da’wa. Y ambos aspectos están íntimamente ligados. Porque ¿cómo podríamos estar ocupados en un Da’wa dinámico y constante si no estamos firmemente resueltos en el Dawa a nuestras generaciones más jóvenes…? Existe entre ambos ámbitos una relación tan estrecha que se refuerzan mutuamente. Ambos representan la manifestación de que estamos transmitiendo la enseñanza que hemos recibido; representan dos elementos fundamentales de la enseñanza de nuestro Shaij. Citando a Hayy Abdallah Luongo, rahimahu-llahu: “Dondequiera que esto se esté llevando a cabo, allí es donde la auténtica obra de Shaij Abdalqadir está sucediendo” (Shaij Dr, Abdalqadir As-Sufi, el intelectual más destacado de nuestro tiempo, pág. 2).

Muchas gracias a todos.

Dua’s:

¡Oh, Allah, concede salud y una larga vida fisabilillah a nuestro amado Shaij, Shaij Abdalwqadir As-Sufi!

¡Oh Allah, subhanahu wa ta’ala, que sirva este encuentro para que esta comunidad se una fuertemente en el proyecto más elevado: la formación de su juventud, fuerte, libre y feliz, y en el Dawa a todos aquellos que están esperando la llegada a sus vidas de este noble Din!

¡Oh Allah, concede incremento a todas nuestras comunidades a lo largo del mundo, y a todas las comunidades musulmanas y musulmanes sinceros de la Ummah!