Muhámmad Mujtar Medinilla
VIII Jornadas Educativas
Granada
25 de diciembre de 2015
Bismillahi Rahmani Rahim
Assalamu alaikum.
Con el permiso de nuestra autoridad y de nuestros maestros aquí presentes.
Después de siete años de jornadas educativas en Granada, en las que hemos abordado todos los aspectos primordiales que tienen que ver con la cuestión de la educación y nuestros proyectos educativos, centramos nuestra atención de nuevo, enfatizando y profundizando aún más, en este octavo encuentro, en la comunidad como factor educativo vital.
Hemos asumido que existe una estrecha relación entre el crecimiento de una comunidad musulmana y el establecimiento de un modelo educativo con un verdadero entendimiento del tawhid.
Dice Shaij Abdalqadir en El libro del Tawhid (pág. 111): “En los últimos ciento cincuenta años es cuando ha tenido lugar el derrumbe de este entendimiento. Lo que es importante constatar es que la comprensión de este elevado aspecto del Din estaba unida a ese elemento que ha mantenido la totalidad del Din en la sociedad, y que es el amr. (…) Cuando se suprimió el amr con el que se imponía la Shari’ah, desapareció también la comprensión del tawhid. Estas cosas no están desconectadas”.
La recuperación, por tanto, de la forma de enseñanza tradicional, basada en un firme y puro tawhid, está ligada al restablecimiento de la forma de gobierno islámica por excelencia: el emirato… Nuestra intención, para este encuentro, es reflexionar, ahondar, en esta conexión necesaria, imprescindible. Y es nuestro objetivo que salgamos de aquí dando un paso hacia delante en la consolidación de este modelo en nuestras comunidades; asumiendo el papel esencial que el modelo social juega en la educación y formación de su gente, y la enorme importancia de que sus diversos elementos estén bien definidos y ordenados: el emir, su consejo, el imam, la familia…; estableciendo la conexión más adecuada entre la autoridad y los proyectos educativos ubicados en sus lugares, incluidos aquellos proyectos de naturaleza internacional, que requieren, tanto como los que más, el asiento firme y el apoyo de una comunidad local.
Decía Sidi Parvez Asad Shaij en las jornadas educativas de hace dos años que “a través del establecimiento de estas comunidades en toda Europa empezamos la tarea que tenemos por delante”. Comunidades dinámicas, en expansión constante; conectadas entre ellas en todos los niveles: político, comercial, humano y de conocimiento. Comunidades locales que servirán de base para un entendimiento del Din del Islam entre los europeos y que jugarán un papel importante a nivel nacional y continental.
A largo de estos tres días, nuestros distinguidos ponentes, a quienes agradecemos mucho su esfuerzo y su presencia entre nosotros, abordarán, en profundidad y desde perspectivas diferentes, la dimensión educativa de nuestro modelo social, el papel cívico y político de las comunidades musulmanas en Europa y nuestra posición ante todo ello.
Por mi parte, intentaré abordar, pisar apenas la orilla de un tema profundo, la Relación entre la recuperación del tawhid en la enseñanza y el modelo social, desde el plano de la educación de los más jóvenes, quienes nos señalan, claramente, con su comportamiento, con su actitud ante el mundo, con sus expectativas vitales, ante la enseñanza que les ha llegado, el grado de entendimiento y transmisión del tawhid en su sociedad, porque éste es el elemento fundamental, la aceptación de la Unidad y el Poder de Allah, que acontece cuando la comunidad educa.
Sólo voy a hacer referencia a algunos aspectos de lo que he aprendido de Shaij Abdalqadir, y que han estado presentes tanto en nuestra escuela a lo largo de su historia hasta el día de hoy, con la escuela actual, como en la propia historia de nuestra comunidad en Granada en muchas ocasiones, que pueden ser de utilidad para nuestra comunidad en este momento.
Decía, muy acertadamente, Shaij Abdalhaqq, en su discurso de clausura (págs. 2 y 3) de las últimas jornadas educativas que “este factor diferenciador (refiriéndose al tawhid) debe estar presente en el núcleo mismo de todo proyecto educativo que afrontemos”; que “es absolutamente necesario que esté presente, de manera explícita o implícita, en las instituciones educativas que queremos establecer”.
En el comienzo de este mismo discurso nos contó el proceso de la primera escuela en Norwich, la primera experiencia escolar, pionera de nuestras comunidades, que intentaba reunir los tres ámbitos: el pedagógico, el político y el social. El objetivo era poner en marcha un conjunto de actuaciones, de espacios, que contrarrestarán de todas las maneras posibles el ethos dominante. Era un tiempo en el que toda la comunidad estaba unida, consciente de la importancia de la educación de sus hijos… El principal motivo fue la comprensión de “Lakum dinukum wa lia din” (Para vosotros, vuestro din, y para nosotros, nuestro din).
Años después, a principios de los años noventa, esta aleya siguió siendo el motivo por el que Shaij Abdalqadir promovió una escuela en Granada, y todos nosotros estuvimos de acuerdo en ponerla en marcha. Y existía también, como en Norwich, una unidad en la comunidad, en la táriqa, en la autoridad, en el emir, en la mayoría de las familias, y éramos conscientes de que estos aspectos fundamentales: el social, el político y el pedagógico conformaban una misma lucha, un mismo asunto.
No sólo éramos conscientes de la necesidad de instituciones educativas y de enseñanza para una verdadera transmisión del tawhid a los más jóvenes, sino de que esto no sería posible si esa transmisión no estaba sucediendo, en lo esencial, en el seno de la comunidad, comenzando por el núcleo celular de la vida social: la familia.
Recordemos de nuevo las palabras de Shaij Abdalqadir, recogidas en El ínterin es mío (pág. 21) acerca de que “la educación personal es, por definición, social”. Y que “para producir seres humanos de calidad no sólo es necesario un grupo educacional, sino también un nexo social”.
En palabras de Mihaly Csikszentmihalyi, profesor y psicólogo de la Universidad de Chicago: “La manera más satisfactoria de realizar el “yo” es creando el sistema social más complejo: una buena sociedad. (…) La antigua sabiduría contenida en el proverbio africano: ‘Para educar a un niño hace falta toda la tribu’, se ha olvidado. En lugar de ello, la educación se ha delegado a escuelas modeladas según métodos de producción en masa que han demostrado su eficacia en fábricas” (El Yo evolutivo).
Pero nuestro modelo de educación es minucioso, detallista… Como sostiene Raís Abu Bakr en un artículo que saldrá en los próximos días en ISLAM HOY, titulado “La política del conocimiento”, la formación básica de siglos de los musulmanes, ha estado basada en la minuciosidad”. Lo que educa es cada pequeño detalle, cada gesto, lleno de adab, de un anciano, de un compañero, de tu esposa… Esto es lo que comprendió nuestro querido Shaij y nos ha transmitido, por ejemplo, en El libro de los extraños… Llegó a Marruecos buscando respuestas, las grandes respuestas, pero las fue encontrando, fue hallando las indicaciones, a pesar de su resistencia inicial, de su mente y su raciocinio, en personas que se cruzaban en su camino, en el mercado, por las calles, en ancianos, en su mismo Shaij, Shaij Muhámmad Ibn Al-Habib, a través, aparentemente, de pequeños detalles, de acciones cotidianas, de señales.
Hace falta, por tanto, toda una sociedad, de toda la unidad de una comunidad fuerte, para que un pequeño gesto se convierta en una enseñanza… Esto nos atrajo al Din del Islam: el cuidado, el adab, con el que se hacían las cosas… Y esto ha de ser recuperado hoy entre nosotros, y perder el temor a corregir con el mayor adab las conductas y comportamientos de los niños, por ejemplo, en la mesa, en el jardín, en la calle… Porque si ellos no nos hacen caso en este momento, es porque esta práctica, básica en nuestro Din, ha sido abandonada desde hace tiempo a nivel general.
Los niños han de aprender a estar pendientes de los demás; cuando llega un adulto han de ser conscientes de ello y actuar en consecuencia: bajando el tono de voz, dejando espacio para que se siente, poniéndose a su servicio en lo que necesite… Dice Shaij Abdalqadir en su libro Comentarios (p. 196): “Este ser conscientes de los demás es el adab. Es permitir que cada uno tenga su sitio” (…) “Este adab (que) comienza con el niño. (Y) La madre es la escuela del niño” (Comentarios).
La enseñanza que hemos recibido está basada en obtener una comprensión del tawhid que, como dice Shaij Abdalqadir, “contiene al mismo tiempo ese adab sin el cual no puede conseguirse” (El libro del Tawhid, pág. 150).
Porque no es éste un asunto intelectual: si no se refleja en el comportamiento, no hay tawhid. Pero lo mismo para los jóvenes que para los ‘ulamâ. “La prueba de que son gente de conocimiento es que imparten la justicia” (Tawhid folleto, pág. 1). Estas palabras de Shaij Abdalqadir están basadas en las aleyas recitadas hace un momento por Sidi Bashir.
“Allah atestigua que no hay dios sino Él, así como los ángeles y los dotados de conocimiento; rigiendo (Su creación) con equidad.
No hay dios sino Él, el Inigualable, el Sabio”
(Sura de la Familia de Imrán, 18)
“En las aulas de Europa se está jugando la batalla más fundamental”, escribía en el periódico el cineasta, escritor y periodista David Trueba en EL PAÍS hace sólo unos días, en la estela de los sucesos de París, en un artículo de opinión titulado “Fatalismo”. Es claro que la batalla se va a jugar en la educación, particularmente en la escuela. Y no estoy hablando, evidentemente, de una batalla entre Islam y Occidente, como los medios, los poderes dominantes en este tiempo y los ignorantes quieren hacer creer a la población general, sino una guerra de más de doscientos años entre la posibilidad de un mundo civilizado y la barbarie; no la barbarie cruenta, inadmisible, del terror de estos locos que se llaman a sí mismos musulmanes cuando están en cada paso que dan dañando a los propios musulmanes, sino la barbarie de un sistema que ya no sabe qué es la vida y vive en una gran ignorancia; que está destruyendo el planeta y al ser humano al mismo tiempo que pretende hacernos creer que somos libres y vivimos en el mejor de los mundos posibles.
El problema, es que, incluso cuando un autor como este mismo que hemos mencionado, un intelectual preocupado por la deriva mercantilista que ha tomado la educación, es consciente de que el hecho de eliminar de los planes de estudio todo lo que no resulta práctico para el mercado financiero nos deja indefensos frente a lo que él denomina “la tragedia del vivir”; y desea, incluso, sacar a los jóvenes del “secuestro de los negocios alienadores y embrutecedores”, utilizando sus propias palabras, y devolver a Europa el esfuerzo por el conocimiento y el reto intelectual para poder responder a las cuestiones existenciales, a pesar de todo esto, sólo puede contemplar una herramienta: la razón.
Nos encontramos, de nuevo, con la misma lucha de Goethe y Schiller en su tiempo: la superación de la dualidad, de la fractura entre intelecto y alma, del hombre roto, de un corazón partido… Y los dos caminos, el del joven Werther y el de joven Wilhelm están delante de nosotros: el camino del nihilismo y la desesperación (el suicidio) o el camino de la Bildung, es decir, el camino de la formación integral hacia una vida feliz y cumplida.
¿Qué significa exactamente para nosotros esta indicación de nuestro Shaij de que cuidemos que no se rompa el corazón de los niños?
No se puede pensar que yendo por la mañana a la escuela estatal, con la visión deformada del mundo que les están transmitiendo, en la que la ciencia, el punto de vista científico, intenta desplazar al hombre de su posición central, de su alto papel en la creación; un sistema educativo que tiene como centro que todo poder reside en cualquier parte excepto en Allah; y llevándolos a las clases de Corán por la tarde en la mezquita, puede estar construyéndose en ellos un entendimiento correcto, genuino, del tawhid.
Si este es el caso, has de trabajar seriamente por cambiar esta situación; tienes que realizar una fuerte labor de clarificación, de discriminación con tus hijos; y tienes que luchar por conseguir transformar esta realidad cuanto antes. Me decía una mujer hace poco, como si pretender cambiar este estado de cosas fuera imposible, el sueño de unos ilusos: “… ¡pero es que ésta es la realidad…!”; mi contestación fue: “Tiene usted razón, pero precisamente todo este asunto trata de eso, de cambiar esta realidad”. Vale que tengas que pasar por esto transitoriamente; pero no puedes conformarte con ello. Porque si bajas el nivel, entramos, entonces, en el peligroso terreno de la justificación…, que no es un problema tanto de coherencia con tus principios como de debilitamiento, porque esto es lo que genera este tipo de situación: debilidad.
Sé que estas palabras pueden resultar incómodas. Pero estoy intentando seguir el método de Goethe, que no es para nada extraño al de nuestra tradición musulmana, de partir desde nuestra realidad para elevarnos desde ella, desde nuestras propias circunstancias. Y no, por el contrario, intentar plasmar el ideal en la realidad, método que suele consigue evidenciar nuestras incoherencias y acaba generalmente en la palabra fácil pero huera… Me resisto a mirar para otro lado y creer que, evitando las cuestiones problemáticas, estaremos más unidos y en paz… No utilicemos la realidad como un muro imposible de franquear, porque, entonces, todo esto se convierte en un maravilloso ideal que nunca llegará.
Cuando sacas el tema de la educación, algunas personas sienten, y lo expresan claramente, que “mejor es no meneallo”; pero, precisamente, esto es lo que hay que mover; aunque nos toque la fibra. ¡Porque ha de tocarnos la fibra! Porque en la actualidad la educación de los más jóvenes, aquellos que han de ser los más cuidados y preservados por nosotros, está siendo desastrosa, con un claro dominio de la educación estatal, que representa, en todos sus aspectos, no sólo lo contrario sino el enemigo más acérrimo de una enseñanza con Tawhid.
Cada comunidad sabe “dónde le aprieta el zapato”; en lo que respecta a Granada, esta cuestión, la educación de nuestros hijos, se ha ido convirtiendo en un factor de división más que de unión… Después de la mezquita, era claro para la gran mayoría de nosotros, empezando por Shaij Abdalqadir, que en 2006 volvió a indicarnos que hiciéramos una escuela; que éste era el siguiente paso, que una vez establecida la mezquita, tenía que haber enseñanza: aprendizaje en la mezquita y en nuestros círculos y la escuela para los más jóvenes… Pero no somos gente que cubra y oculte, sino esa gente que afronta y desvela aquello que requiere ser confrontado y atendido. Y, en mi opinión, creo que difícilmente podremos asumir tarea alguna de importancia en esta comunidad si no somos capaces de resolver, de dar una respuesta, a este asunto.
Tal vez pueda parecer que el Estado te ofrece alguna “seguridad”; pero tu seguridad está en manos de Allah, subhanahu wa ta’ala. Como explica Shaij Abdalqadir en El libro del Tawhid (pág. p. 46): “Debéis tener en cuenta que los kafirún no saben lo que pasa. No entienden el proceso. Los musulmanes que han obtenido su conocimiento del Libro de Allah y de la Sunna de Su Mensajero (saws) saben que ‘Allah es el Creador de todas las cosas y el Protector de todos ellos’ (Surat az-Zumar) (…) Si Él es Protector de todo lo que existe, es también tu Protector, y entonces te moverás con la seguridad de que tus acciones son lo mejor para garantizar tu seguridad”.
Pero como dijo Shaij Abdalhaqq, en el citado discurso de las últimas jornadas educativa, “el tawhid no es algo que se pueda enseñar en clases sobre la aquida” (pág. 2). Y aprovecho esta referencia para recordar la indicación de Shaij Abdalqadir en La responsabilidad de los fuqará (Cape Town, abril de 2006, pág. 7), dirigida especialmente a las comunidades de Granada y Cape Town, de la importancia de enseñar a los niños el Murshid al-Mu’in, de Ibn ‘Âshir.
Shaij Abdalqadir nos ha enseñado que la enseñanza falsa del tawhid que ha sido propagada en el último siglo es el motivo de la terrible situación en que se encuentran los musulmanes. Es decir, un tawhid con tanzih (exaltación de Allah por encima de todo lo que puedan asociarle, pero sin tashbih, Su presencia, proclamada abiertamente en su Libro (El libro del Tawhid, pág. 83):
¿Acaso cuando el aliento vital llega a la garganta
Y estáis pendientes, mirando,
No estamos Nos más cerca de él que vosotros, aunque no lo veáis”
(Sura de Lo que ha de ocurrir -56-, 83-85)
Allah está siempre, absolutamente, presente en nuestros actos. “Allah conoce lo que hay en vuestros corazones” (Sura de los Coligados, 51). “Él es el Conocedor de lo que encierran los pechos” (Sura del Hierro, 6). Esta presencia, esta percepción de la cercanía de Allah, que no es algo pasivo, sino activo y que te impulsa a la acción, a transformar tu vida hacia lo más alto, es lo que ha de arraigar en el corazón de nuestros hijos, de los hijos de los musulmanes. “Allahu may, Allahu nadirun alay, Allahu shahidun alay”, ‘Allah está conmigo; Allah me ve; Allah es Testigo de mis actos’. Este conocimiento, esta impresión, recogida en el Wird de Sahl at-Tustari, que es el camino hacia el Tawhid más elevado, es lo que hemos de transmitirles, con amor, con ternura, a nuestros niños.
Contaba Shaij Abdalqadir en la antigua zawiya de San Gregorio Alto que la intimidad con Allah comienza con tu ropa interior… Porque puedes hacer salat sucio interiormente y nadie se dará cuenta; pero Allah, subhanahu wa ta’ala, lo sabe… No es algo que tenga que ver con ser obsesivos; todo lo contrario, aprender sin compulsión externa ni interna… A los niños les hacían gracia pero les encantaban estas palabras. Porque lo entendían perfectamente… Mi experiencia en la escuela es que los niños reconocen naturalmente, instintivamente, todo lo que Allah dice de sí mismo. Han nacido hunafâ, con fitra… Como se relata en el hadiz que todos conocemos: “Cada niño nace en un estado de fitra, luego sus padres lo convierten en judío, cristiano o adorador del fuego” (Sahih Muslim).
Hablarles a los niños de Allah, subhanahu wa ta’ala, es lo más importante, transmitírselo desde su más tierna infancia… Y esto está conectado muy especialmente con la madre, con su contacto, con su voz, y especialmente con su mirada, “entera”, hacia su hijo… Dice Shaij Abdalqadir que en esta mirada reside “el comienzo de la educación del nafs que hará del niño un ser completo” (Comentarios, pág. 196). De modo que el germen del Imán, de la confianza en Allah, que comienza con la confianza en la madre, en los padres, será la base de su confianza, de su seguridad, en el mundo.
Porque todo nuestro trabajo educativo, incluido el pedagógico, estriba en la preservación de este estado natural de reconocimiento, del recuerdo, de que Allah es tu Creador, Uno, sin asociado. Preservarlo, impedir que sus corazones se rompan, se dividan; o arreglarlo en el caso de que haya sido dañado (porque, cuando se produce una ruptura, una división, entre lo interno y externo de su personalidad en desarrollo, que es lo común en el mundo en el que estamos viviendo, ocasiona en el niño una desconexión con la realidad), para que esa juventud, esa espontaneidad, original, fatâ, pueda manifestarse, y con ello poder acceder a las cualidades más elevadas de la futuwwa. Porque la futuwwa, que representa los aspectos más elevados de la nobleza, y que es perfectamente accesible a todo musulmán, no es una elección arbitraria, a capricho, de alguien que quiere “subir nota”, sino la culminación de la cuestión fundamental del Din, una “declaración activa y demostrable, en palabras Del Shaij, de la Unidad de Allah, de que nada puede compararse con Él” (El libro del ‘Amal, pág. 96).
“Tenemos que empezar a construir a nuestros hijos con gran paciencia”, nos decía él mismo ya en Weimar, en 1995 (pág. 11). (…) Y manifestaba: “El hombre joven tiene que ser construido piedra a piedra hasta ser una pared frente a lo haram y una protección de lo halal. Paso a paso, uno detrás de otro. Así es como el Mensajero de Allah, que Allah le bendiga y conceda paz, construyó Medina. (…) No podéis hacer que vuestros hijos amen el Islam, ellos tienen que ver amor entre los musulmanes, y esto sólo puede ser entendido por la gente que sitúa sus obligaciones y su dhikr por encima de cualquier otra cosa en el mundo” (Primer discurso de Weimar, pág. 10).
Seguidamente voy a apuntar algunos aspectos que tienen que ver con la educación de los más jóvenes que considero hemos de tener muy en cuenta porque que pueden sernos útiles, muy especialmente en el momento actual.
Lo primero que señalaré es la necesidad de la diferenciación. Como dice Shaij Abdalqadir: “La realidad de este mundo es la de ser una realidad que refleja lo que vendrá tras ella” (Comentarios, pág. 325). Por eso es tan importante transmitir a nuestros hijos la necesidad de diferenciarse de los demás. Porque existen dos grupos, los Compañeros de la derecha y los Compañeros de la izquierda, y ¡no somos iguales! La gran diferencia es que los creyentes reconocen a su Señor, mientras los kufar han negado a Allah.
Los seres humanos, como los genios, hemos sido creados para adorar a Allah. Y el tawhid es lo nos permite comprender a Allah. Éste es nuestro único motivo de orgullo, y el orgullo que han de sentir los más jóvenes. Y por eso es tan importante trabajar el valor, porque, entonces, tu postura vital ya no cuadra con la ideología dominante, basada en un sentido de la tolerancia equivocado de que “todo es válido”, de que “todo vale”. Pero este coraje, aunque pueda y deba ser entrenado como uno de los aspectos fundamentales de la formación de una persona, sólo es posible si tu entendimiento del tawhid está establecido sobre unos cimientos sólidos.
Mientras el empeño de la educación del sistema es “ser feliz” a toda costa, ser todo el tiempo, mediante una sobreprotección antinatural y la negación de la realidad de la vida, nuestra enseñanza está basada en el conocimiento del funcionamiento de la existencia, sabedores de que, como dice Shaij Abdalqadir, “si no tienes este conocimiento del Tawhid, no sabes cómo es la vida. Lo único que puedes hacer es causar problemas y desastres” (El libro del Tawhid, pág. 100). Finalmente, no pueden alcanzar la felicidad en su edad madura porque no se les transmitió que lo verdaderamente importante era convertirse en hombres y en mujeres de verdad, conscientes de su alta posición en la creación y de la misericordia de su Creador.
En realidad, en España, lo que más le conviene al sistema son esas clases de “religión islámica” en las escuelas estatales tan reivindicadas por muchos musulmanes a lo largo de todo el país; de este modo tendría a los musulmanes contentos con “la enseñanza de su religión” dentro de un currículo basado en un sistema de valores y una interpretación de la existencia que nada tienen que ver con el tawhid, y que se opone frontalmente al Din del Islam.
Les enseñan que lo más importante es la paz, incluso están dispuestos a admitir que, “a pesar de todo”, Islam significa “paz”… Les hacen dibujar palomas de la paz, y a celebrarla incluso, adoctrinándolos en una creencia que el propio sistema se encarga de desmentir todo el tiempo en el “mundo real”; transmitiéndoles de facto, por tanto, que la escuela es algo que no está vinculado a la realidad, una cantera inagotable, en el mejor de los casos, de “creyentes” en el idealismo humanista, la única manera aceptable, decente, de estar en este mundo, pero cuyo final anunciado es el escepticismo, es decir, una manera de sobrellevar el miedo.
El crecimiento del joven musulmán, a lo largo de las tres grandes etapas naturales, se funda en un desarrollo en espiral, expandiéndose en círculos concéntricos cada vez mayores, en un proceso natural de socialización gradual, desde la casa, pasando por los padres, los hermanos, los tíos, los abuelos, los allegados, los vecinos… la comunidad local, hasta lo universal, siempre con un mismo centro, el significado puro del tawhid. Porque el crecimiento no es lineal y en calidad progresiva, siendo muy pequeño el inicio y muy alto al final, sino que son precisamente los primeros años los más importantes y donde se conforma el grueso de lo que serás de adulto… De tal manera que el tawhid está siendo protegido, en su esencia, en esos primeros años, para ir siendo consolidado, con la intervención de todas las demás facultades humanas, a lo largo de las demás etapas de crecimiento.
En esta primera etapa, hasta los siete años, la madre es la madraza, la madre es la escuela. Y no voy a profundizar más en este momento, sólo señalar que aquí reside uno de nuestros mayores problemas en este tiempo. Recuerdo un texto sobre Heidegger en el que mostraba “su indignación por los ‘depósitos’ para niños y ancianos construidos en Alemania, para ‘quitarlos de en medio’”. Sostenía que “así como los niños debían criarse en el ámbito familiar, y no en ‘guarderías infantiles’, también los ancianos debían permanecer en el hogar, pues su vida era digna de veneración, y su experiencia debía ser aprovechada por los jóvenes” (Heinrich Wiegand Petzet, Encuentros y diálogos con Heidegger). Si esto era en su tiempo, hoy día hemos llegado al tope de este dislate con respecto a estas dos etapas claves de la vida.
Un dato: El 3º objetivo estratégico de la UE para el año 2020 en educación es que al menos el 95% de los niños entre 4 y 6 años estén escolarizados en educación infantil. En España se alcanzó el 100% ya en 2011. Sin embargo, Finlandia, considerada como el mejor referente educativo a nivel mundial, sólo tiene un porcentaje, para ese mismo tramo de edad, del 45%. Por cierto, mientras las horas lectivas en España son de 875 horas en Primaria, en Finlandia son sólo de 608. Y los niños no tienen obligación de entrar en la escuela hasta los 7 años.
Según José Antonio Marina, pedagogo español “estrella”, que está acabando actualmente el Libro Blanco de la Educación en España por encargo del Gobierno, refiriéndose al sistema educativo finlandés: “… esa escolarización tardía es fruto de una concepción pedagógica que entiende que introducir a los niños pronto en una educación más formal es contraproducente. (…) Nos estamos pasando con la insistencia en una educación muy precoz que sobrecarga a los niños”.
Como dice Shaij Abdalqadir en Imán y Educación (pág. 7): “La guardería es una excusa. No tiene fundamentos sólidos intelectualmente”. Ya en la Grecia Clásica, “Platón comprendió que no tenía sentido esperar que los niños comprendiesen ideas abstractas hasta que hubiesen aprendido a controlar sus cuerpo mediante el ejercicio atlético y hasta que aprendiesen orden gracias al ritmo musical y otras formas de armonía sensorial” (El yo evolutivo).
La recuperación de la sabiduría natural de la crianza de los hijos es una tarea imprescindible, pero, para eso, la mujer ha de recobrar el conocimiento perdido acerca de su propia naturaleza.
Se están forzando los procesos de desarrollo; en los esfínteres; en el proceso de socialización, con la obsesión actual porque los niños estén integrados en grupos antes de su momento madurativo para ello.
La obsesión por la expresión de sí mismos, cuando lo adecuado para esta edad es la imitación de los modelos clásicos.
La obsesión por descomponerlo todo, cuando el niño de esta edad ha de percibir el fenómeno completo.
La obsesión por calificar numéricamente desde muy pequeños, cuando, como muy pronto, esto es algo que no debería hacerse, y muy cuidadosamente, a partir del tercer ciclo de la Primaria.
En la edad escolar, no existe tawhid porque trabajes todos los aspectos de la persona y piense que estás haciendo educación integral… Esto está muy bien, y es nuestro objetivo también, pero no es el fondo del asunto. Porque puedes encontrarte con muy pocos medios y es posible que, ahí donde la gente sólo vea carencias, se esté transmitiendo integridad, forjando un núcleo, un centro de discriminación, una comprensión verdadera del tawhid, un corazón capaz de comprender.
Por supuesto, tampoco tiene nada que ver con llenar todo el tiempo de los niños de actividades extraescolares… Les ayudaremos mejor si les permitimos tener tiempo para digerir lo que hacen, para el juego, momentos de aburrimiento incluso, un ritmo sosegado, sin estrés… Los paseos con uno de sus padres, charlando, contemplando el paisaje… son de un valor incalculable.
Otro aspecto a tener muy en cuenta es proteger a los niños de la calle. Ya Shaij Abdalqadir nos lo advirtió en La responsabilidad de los fuqarâ. Tenemos que protegerlos de lo que hay ahí fuera, de la cultura de la calle.
La limpieza, asimismo, germen del discernimiento desde pequeños, cuando han de discernir entre lo que es comida y lo que es excremento, es la base de una sociedad y el camino para la nobleza.
Es también muy importante ocuparse de una correcta orientación espacio-temporal. En su discurso de clausura de las anteriores Jornadas Educativas, después de indicarnos Shaij Abdalhaqq la importancia central de la recuperación de una verdadera comprensión del tawhid, y relacionado directamente con ello, planteó la forma en que entendemos el tiempo y el espacio.
La noche del miércoles celebramos el Maulid en la mezquita y ayer por la mañana celebraron los niños, todos los niños que quisieron asistir, el Maulid del Mensajero (saws) en la escuela actual. Esto es de una gran importancia; es necesario consolidar las celebraciones, no sujetas al ciclo solar ni a ninguna otra referencia, de las fiestas y acontecimientos de los musulmanes: los dos ‘Ids, el día de ‘Ashura, con los regalos para los niños, el Maulid… Éstas han de ser sus referencias temporales.
Hemos visto a muchos niños musulmanes celebrando Halloween y otras fiestas de la cosecha. Shaij Abdalqadir me dijo en una ocasión cuando observó que en la época de las Navidades faltaban muchos niños a clase, en La Maestranza, y que era porque se encontraban en las ciudades de sus abuelos y familias: “Los niños deben visitar a sus abuelos siempre que se pueda; pero nunca, nunca, en estas fechas, porque la Navidad contiene una carga emocional demasiado fuerte”.
Estos días ofrecen una estupenda oportunidad para hablarles a los niños de Allah, subhanahu wa ta’ala, que “No ha engendrado ni ha sido engendrado/Y no hay nadie que se le parezca”, del Surat al-Ijlás; que no nació ayer noche, ¡astagfirullah!; de la Fátiha: no nos guíes por el camino de los que “son motivo de tu enojo/ ni el de los extraviados”… Es una maravillosa oportunidad, con esta coincidencia de las fechas, del Mawlid u la Navidad, para hablarles de la vida del Mensajero de Allah (saws), para que acrecienten su amor por él; y para hablarles también de ‘Isa (as), de todo lo que se dice en el Corán sobre él y sobre su madre.
Y han de ser fanáticos, “tiernos fanatiquillos”, porque esa es la manera como los niños toman las cosas… No hay que preocuparse, como dice Shaij Abdalqadir: “Más adelante se atemperarán con la edad”. Pero no los puedes dejar entre dos aguas, tibios, sin fuerza en su creencia, porque los estarás destruyendo.
Mencionaba Shaij Abdalhaqq en su discurso una aleya coránica: “Arraigados en la Tierra con firmeza”. Y la pregunta que me hago es ¿dónde están arraigando realmente nuestros jóvenes? Si estas calles ya no permiten transmitir una interacción social adecuada, con sus límites morales naturales, es necesario encontrar espacios para los más jóvenes: salidas a la montaña, campamentos, convivencias, deportes, teatro, excursiones por la ciudad, etc., que propicien relaciones sociales más elevadas, donde, de manera voluntaria, diferentes personas de la comunidad de diversas edades puedan contribuir haciendo lo mejor que saben hacer.
Los niños han de conocer los paisajes, recorrer los caminos, subir las montañas, aprender los nombres de los árboles, de las plantas y de los animalillos de su zona… Han de echar raíces en la tierra… Y han de conocer los procesos, de la tierra, de la atmósfera, de las estaciones (pero no como temas de un libro de texto) y han de reconocerlo en la descripción del Corán. La capacidad de leer la existencia es nuestro objetivo educativo. Porque esto nos lleva al tawhid, a la proclamación de la Unidad de Allah, subhanahu wa ta’ala.
El respeto por la creación, por todas las cosas del mundo, la limpieza del aire, las plantas y los animales está basado en asumir el ser califas de Allah en la Tierra, en el reconocimiento de que la soberanía pertenece a Allah; no en el racionalismo ni en el análisis crítico, con la exploración del mundo como si fuera tuyo y pudieras hacer lo que quieras con él.
Algunos pensadores apuntan a que nos dirigimos a una gran colisión, la colisión de todas las ciencias en una sola ciencia: la biotecnología. Se trata de un choque, con un muy previsible resultado traumático, caótico; el camino opuesto a una unificación de la diversidad de los conocimientos científicos en un mismo rumbo.
Es una cuestión antropológica, se trata de una manera de “estar” en el mundo. No es algo racional. Se trata de cómo experimentamos la existencia, la vida. Los niños han conocer acerca de la crianza de los animales, del crecimiento de las plantas… y de cómo llegan hasta nosotros para nuestro alimento y abrigo, cómo están llegando hasta nosotros desde hace muchos años… Todo esto es de suma importancia, el correcto entendimiento de la creación y la función de los elementos que conforman el cosmos. La conciencia de Quién hace que todo esto suceda, de Quién es realmente el que hace germinar.
Y este arraigo, este enraizamiento, sólo puede ser realizado enteramente con el lenguaje completamente integrado en este descubrimiento, porque esta es la herramienta para ello… El cuidado del lenguaje, la buena palabra, es esencial ahora. En nuestra experiencia en la escuela hemos podido observar que esta cuestión es una de las más difíciles para los niños, porque es necesario mucho valor para que mantengan en la calle un castellano correcto. Como nos dijo Shaij Abdalqadir: “El español es una hermosa lengua, pero se requiere de mucho valor para hablarla correctamente, porque las consonantes son fuertes”.
Otros aspectos, y ya casi sólo estoy enumerando, para no cansarles en exceso, son la necesidad de trabajar con ellos el autodominio, la contención y la paciencia, (que tienen como consecuencia algo muy importante: la esperanza).
Es curioso que un sistema educativo como el que sufrimos, cada vez más centrado en la neurociencia, en el cerebro, en la cabeza, sea a su vez tan emocional, pero esa emoción exacerbada, desequilibrada e incontenible, que podemos observar a cada momento… Tocan sus cabezas, juegan con sus emociones; pero no se ocupan de cuidar sus corazones. Mientras nuestro sistema, centrado en el corazón, como órgano vital del musulmán, que funciona como un imán, conlleva furqán, la capacidad del discernimiento y el dominio de sí mismo.
Dice Shaij Abdalqadir que “esta es una época en la que es muy posible que lo peor que le ocurre al ser humano moderno es la incapacidad de tener sabr, porque todo está dispuesto para conseguir hacer las cosas ahora mismo y ser impaciente” (Comentarios, pág. 275). Los niños han de aprender a esperar, a tener paciencia… porque si aprenden esto, sabrán cuándo tienen que actuar. Y han de aprender también que todo aprendizaje, que todo conocimiento requiere de un tiempo; no es instantáneo como en los medios tecnológicos actuales.
Aprovechemos la segunda etapa de crecimiento. La edad escolar es la mejor edad para aceptar las normas, para seguir un modelo, para aprender las normas básicas de convivencia, del adab requerido para cada situación. El mejor momento para infundir en ellos el entendimiento de la autodisciplina y el respeto a la autoridad.
Esos padres que se han ocupado, con todo su esfuerzo, hasta donde dadas sus circunstancias les han permitido, de que sus hijos vivan plenamente la escuela de la madre, y después, en la edad escolar, de proporcionarles la mejor formación que han podido, especialmente en cuanto a la elección de sus maestros, encontrarán, si Allah lo quiere, el mejor cimiento para el inicio de la tercera etapa de crecimiento, donde emprenderán el crucial viaje de descubrimiento del padre, por parte del muchacho, y de descubrimiento de su madre, por parte de la muchacha, en sus respectivos momentos, diferentes, de la pubertad; y si sus identidades han sido bien formadas y su diferenciación sexual ha emergido claramente (escuelas separadas para chicos y chicas en la etapa Primaria), tendrán el soporte necesario para, primeramente, el surgimiento del despertar sexual y, más adelante, la construcción de unas masculinidad y una feminidad plenas y la entrada en la vida adulta. La separación en esta etapa es fundamental. Como ha dicho Shaij Abdalqadir en numerosas ocasiones: “La separación trae la unión” (Primer discurso de Weimar, 95, pág. 19).
Cuando la fiesta de la capea en la plaza de toros de hace unos meses, todos estuvimos contentos de la alegría que reinaba y de lo bien que lo pasamos… No quiero poner un “pero”, sólo señalar algo que ocurrió para que nos sirva en esta reflexión: el grupo de niños comenzó, en un espacio adecuado y algo apartado del grupo general, una actividad pensada sólo para los varones: la lucha… Más tarde se incorporaron un grupo de niñas, y participaron ellas también. Poco a poco se llenó de hombres y mujeres alrededor de aquel espacio. Se podría decir que significó el culmen de entusiasmo de la tarde. Y lo disfrutamos todos, sin embargo, pude observar cómo se había desvirtuado el efecto especial que esta actividad tenía para los niños. La energía de los adolescentes que entraron después en liza ya era una lucha condicionada completamente por la mirada de las muchachas… Los valores masculinos ya no podían manifestarse de la forma en que lo hubieran hecho de haber estados los varones solos. Y volvía a repetirse de nuevo el hecho de que las niñas quisieran estar con los niños en su actividad… No digo que las niñas no luchen entre ellas, no sé si eso es lo mejor… La cuestión es que no suelen encontrar un espacio para ellas donde se expresen plenamente, junto a las mujeres, sólo para ellas.
Es muy importante hoy día encontrar estos espacios para unos y para otras. ¡Es muy importante…! La masculinidad y la feminidad representan para nosotros una tarea ineludible, a contracorriente de la sociedad general, porque el modelo dominante lo tenemos completamente en contra. Y se requiere de hombres y mujeres que se estén trabajándose a sí mismos, que estén profundizando en ello, que deseen fervientemente retomar el desafío que supone La pareja colaboradora, de Shaij Abdalqadir, que desde 1990, cuando fue pronunciada esta conferencia en la Universidad de Malasia, continúa siendo un reto pendiente para nosotros.
Nuestros jóvenes necesitan la guía y la compañía de hombres y mujeres dignos de admirar, que sean modelos a imitar; que estén resueltos en participar en construir a la próxima generación para que sean más que nosotros mismos. Como dice Shaij Abdalqadir: “No por medio de reproches, sino dando; no con la crítica, sino confirmándoles, dándoles” (Primer discurso de Weimar, 1995, pág. 18). Esto es lo que, como él mismo dice, más se puede hacer en este tiempo: “producir hombres y mujeres de calidad”. Y continúa: “Hace falta tener la levadura, porque, cuando se tenga, podrá ponerse en el pan. Siempre ha sido lo mismo, en todo tiempo y en todo lugar. La gente de conocimiento ha elevado lo que había a su alrededor llamando a las cosas por su nombre, no con ideología” (Entrevista a Shaij Abdalqadir, pág. 8).
Nuestro vínculo hoy está en la educación. No podemos soslayar esta responsabilidad. Tenemos que preocuparnos y ocuparnos de la educación de nuestros hijos; e intentarlo una y otra vez. Y no permitir que la división prevalezca entre nosotros, sino convertir, transformar, aquello que nos desune en el nexo que más nos una y hermane, apoyándonos mutuamente,
Porque todas estas cosas de las que he estado hablando, y otras que no ha habido tiempo de señalar, conforman una base que puede propiciar que los más jóvenes establezcan en sus vidas un tawhid verdadero, real… Pero se precisa para ello de una acción unificada de todos, desde la autoridad del emir, la enseñanza e iluminación de nuestro imam al jatib, de las casas, las familias, cada uno aportando aquello que mejor sabe hacer.
Esta energía, más que ninguna otra cosa, es la paideia. Y debemos activarla, reactivarla entre nosotros, porque esta fuerza, este proceso dinámico de mejora continua, es la señal que nos indica que estamos sostenidos en un auténtico tawhid.
Esta es mi propuesta en esta mañana: ¡Hagámoslo juntos! ¡Y hagámoslo para nuestros hijos y los hijos de los demás musulmanes!
Pero para esto hemos de elevarnos en nuestras aspiraciones, a lo que tantas veces nos llama Shaij Ahmed Bermejo, y salir de esa mirada, corta y cicatera, de reducir todos nuestros esfuerzos y proyectos, a quedarnos sólo con aquello que podamos sostener juntando entre todos la calderilla que pueda salir de nuestros bolsillos… No podemos limitarnos de esa manera… esa es la postura fácil… Lo difícil, y a lo que estamos siendo llamados continuamente por nuestro Shaij, es elevarnos, ser agradecidos con nuestro Creador sacando de nosotros los enormes regalos con los que nos ha honrado, a construir, a establecer, en este tiempo y en este lugar, proyectos que vayan más allá de nosotros mismos… Que requieren de muchos medios y de mucho esfuerzo; de relacionarnos con el resto de la Ummah, de recuperar instituciones, como es el caso del waqf. Nuestra labor de fundraising es de las más honorables entre nosotros hoy. Estos hombres que salen de viaje, dejando durante semanas a sus familias, merecen nuestra comprensión, y el reconocimiento debido a todos aquellos que trabajan fisabilillah.
Me ratifico en lo que dije en agosto pasado en este mismo sitio, aunque pueda parecerles excesivo: estamos en el comienzo de un proceso de Bildung, un empeño consciente por mejorarse, en cada uno de sus hombres y mujeres y como comunidad.
Bildung, que es un término que podemos relacionar perfectamente con la paideia griega, tiene que ver con la educación, pero una educación mucho más amplia y profunda que aquello que solemos identificar comúnmente como “educación”. La Bildung significa una educación, una formación, que el Estado no controla.
La Bildung, como la paideia nos lleva a emprender un camino de formación completo, de “refinamiento, limpieza y ennoblecimiento”, en palabras de Sidi Ahmad Gross. Bilden significa ‘tomar forma’, crearse a sí mismo’. Se podría decir que nuestro anhelo, nuestra tarea, es modelarnos a nosotros mismos siguiendo el modelo del Mensajero de Allah, la paz y las bendiciones de Allah sean con él.
Esto está ocurriendo entre nosotros, al menos al nivel de un pequeño núcleo. La biblioteca de Emir Málik sigue incrementándose con obras esenciales. Es muy importante que este ejemplo crezca, y que establezcamos un círculo de personas que compartan este afán, porque es necesario, en este proceso de formación, recibir estímulos, crear una atmósfera cálida para el aprendizaje y sentir el aliento de otros. Sin esto no se puede forjar nada. Y los jóvenes serán los primeros que se beneficiarán, insha’llah. Porque han de descubrir quiénes son, en qué mundo están y hacia dónde han de ir. Y las familias han de comprender que una buena formación de sus hijos va más allá de la escuela. Y los padres, que igual que son los imames en el salat en sus casas, han de convertirse también en el referente cultural de sus hijos.
Shaij Abdalqadir es, como en tantas cosas, nuestro mejor ejemplo: continúa, a pesar de su enfermedad y de su edad, estudiando, trabajando intelectualmente… ya nos cuesta mucho seguir su último libro, La ciudad entera. Su nivel es muy alto… Nos está llamando a prepararnos, a avanzar, a poner todas nuestras capacidades al máximo.
En esta obra, La ciudad entera (pág. 253), Shaij Abdalqadir, refiriéndose a la asabiyya, dice: “Es ese círculo de hombres y mujeres vinculados, no por sangre ni por posición, sino por una calidad de vida compartida que exige la adoración pura del Señor del universo y una continuada competición entre sus miembros en lo que respecta a generosidad, apoyo, sustento, aprendizaje e interés mutuo. (…) Ibn Jaldún dijo que ese tipo de círculo siempre vencerá a sus enemigos; y añadió que si ese grupo está unido en torno a la adoración de lo Divino, conseguirá el gran triunfo”.
En las últimas Jornadas Educativas, a raíz del mensaje que nos envió Shaij Abdalqadir acerca de unirnos en grupos de asabiyya, surgió inmediatamente un grupo de diez hombres, hombres jóvenes, casados y con hijos la mayoría, dispuestos a hacerlo. Esa determinación es de un enorme poder. La última frase de La ciudad entera es: “Para la compañía en la oscuridad es fundamental tener unos pocos Compañeros” (pág. 255). Ojalá este grupo de hombres retomen este compromiso, este pacto entre caballeros… Pero han de tener muy claro que este alto propósito no podrá salir adelante con éxito si no involucran en ello a sus familias.
Dice Shaij Abdalqadir en Comentarios (pág. 259): “… la incapacidad de comprender el verdadero Tawhid es lo que hace que los musulmanes se salgan del Camino, y esto es un desastre. Si el desastre se apodera de los musulmanes es porque han perdido la verdadera enseñanza del Tawhid. Si se tiene la verdadera enseñanza del Tawhid, como ha ocurrido en todos los grandes momentos de la historia musulmana, es porque siempre ha existido en el centro mismo de esa Comunidad un grupo de ‘Arifín que reconocen esta realidad y la enseñan a la gente común”.
Dos elementos han caracterizado y honrado a nuestras comunidades a lo largo de su historia: la educación de nuestra juventud y el Da’wa. Y ambos aspectos están íntimamente ligados. Porque ¿cómo podríamos estar ocupados en un Da’wa dinámico y constante si no estamos firmemente resueltos en el Dawa a nuestras generaciones más jóvenes…? Existe entre ambos ámbitos una relación tan estrecha que se refuerzan mutuamente. Ambos representan la manifestación de que estamos transmitiendo la enseñanza que hemos recibido; representan dos elementos fundamentales de la enseñanza de nuestro Shaij. Citando a Hayy Abdallah Luongo, rahimahu-llahu: “Dondequiera que esto se esté llevando a cabo, allí es donde la auténtica obra de Shaij Abdalqadir está sucediendo” (Shaij Dr, Abdalqadir As-Sufi, el intelectual más destacado de nuestro tiempo, pág. 2).
Muchas gracias a todos.
Dua’s:
¡Oh, Allah, concede salud y una larga vida fisabilillah a nuestro amado Shaij, Shaij Abdalwqadir As-Sufi!
¡Oh Allah, subhanahu wa ta’ala, que sirva este encuentro para que esta comunidad se una fuertemente en el proyecto más elevado: la formación de su juventud, fuerte, libre y feliz, y en el Dawa a todos aquellos que están esperando la llegada a sus vidas de este noble Din!
¡Oh Allah, concede incremento a todas nuestras comunidades a lo largo del mundo, y a todas las comunidades musulmanas y musulmanes sinceros de la Ummah!